Con la llegada de Francisco a Cuba,
fueron entrevistados algunos sacerdotes que trabajan en la isla y disidentes
del régimen político; todos coincidieron en que el mensaje del Papa habría que
leerlo esta semana entre líneas.
El viaje del Pontífice, según él, se
repite tras el camino abierto que dejaron Benedicto XVI en 2002 y san Juan
Pablo II en 1998, pues su recuerdo suscita gratitud y cariño en el pueblo de
Cuba y como renovación de los lazos de amistad y cooperación, tras el
octogésimo aniversario de relaciones diplomáticas de la Isla con el Vaticano.
Así como Cuba se debe abrir al mundo
y el mundo a Cuba, recordando la frase de Juan Pablo II, Francisco alentó al
pueblo cubano a seguir adelante en sus esperanzas y preocupaciones para llevar
el anuncio del Reino a las periferias existenciales de la sociedad, lo que
algunos ahora han dado en llamar, la "Teología del pueblo".
En la Plaza de la revolución, durante
su primera homilía, el Santo Padre desarrollo la respuesta a la pregunta ¿quién
es el más importante?, un cuestionamiento que nos acompaña toda la vida, desde
la infancia hasta en el modo de saber cuáles son los recovecos del corazón
humano, pero, para ser verdaderamente importante, nos impulsa a seguir a Jesús dándole
un nuevo horizonte a nuestras aspiraciones con la lógica del amor vivido por
todos y para todos, lejos del egoísmo, lejos de un elitismo que solo es para
pocos privilegiados, criticando la casta gubernativa cubana, a mi entender.
Después, hizo propia esa nación, al
hablar de "nuestra isla", donde el día a día debe tener sabor de
eternidad, ya que en Cuba el servicio no debe ser ideológico, pues lo más
importante no es servir a las ideas sino a las personas, ya que es una nación
con gusto por la fiesta, la amistad y las cosas bellas, que camina, canta y
alaba, y que aun con las heridas de la lucha, sabe marchar con su vocación de
grandeza, tal y como la sembraron sus próceres.
Insistió, en parte al gobierno, sin
mencionarlo, que frente a proyectos que pueden resultar atractivos -sería la
apertura económica a Estados Unidos-, debe cuidarse la fragilidad de las
personas, de la familia, del pueblo, de la sociedad, de los rostros sufrientes,
desprotegidos y angustiados que Jesús propone cuidar y amar.
En su camino hacia las relaciones con
el capitalismo salvaje, Francisco insistió en que todos -en este caso los
cubanos-, debemos cuidarnos de la tentación del servicio que se sirve de los
otros para beneficiar a los míos en nombre de los nuestros y que deja a los
tuyos por fuera, creando la dinámica de la exclusión.
También para que sigan gozando de su
independencia, pero desde la mirada de la justicia, la paz, la libertad y la
reconciliación, el Prelado incito a Cuba a cuidarse de las miradas
enjuiciadoras al vecino -los Estados Unidos- y a ver la mirada transformadora
que pide Jesús sin entrar al servilismo, sino solo a ver en los demás el rostro
del hermano, pues quien quiera ser Grande, que sirva a los demás, no se sirva
de los demás y, quien no viva para servir no sirve para vivir. Por esa razón,
animó a los responsables políticos a continuar avanzando por el camino y a
desarrollar todas sus potencialidades como prueba del alto servicio que están
llamados a prestar en favor de la paz y el bienestar de sus pueblos y de toda América
y como ejemplo de reconciliación para el mundo entero.
Por otro lado, en el aeropuerto José
Martí, Francisco dijo que el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y
Estados Unidos es un proceso, "signo de la victoria de la cultura del
encuentro, del dialogo y del acrecimiento universal por sobre un sistema muerto
de dinastías y de grupos", citando así una frase del apóstol de la
revolución cubana. A su vez, de manera inteligente, también cito al apóstol católico
de la independencia de Cuba, el venerable Félix Varela, quien tuvo que sufrir
el exilio y es desconocido por la revolución como prócer de la independencia,
pues Cuba como archipiélago que mira hacia todos los caminos, debe ser punto de
encuentro para la reunión en amistad de todos los pueblos, por sobre lenguas y
barreras, por sobre muros que dificultan el entendimiento y ante la necesidad
de que el mundo busque cada día su reconciliación, en esta atmósfera de Tercera
Guerra Mundial que por etapas estamos viviendo.
Quiso que su saludo llegara a las
personas que por diversos motivos no podría encontrar durante su viaje, así
como a los cubanos de la diáspora, sin dejar también, protocolaria y
políticamente de pedirle a Raúl Castro que le transmitiera sus sentimientos de
especial consideración a su hermano Fidel.
Así, como "Misionero de la
Misericordia" y de la ternura de Dios, Francisco dio inicio a su décimo
viaje pastoral, como hijo y peregrino al santuario de Nuestra Señora de la
Caridad del Cobre, bandera de todo lo que dignifica al ser humano.
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