El 6 de
septiembre se conmemoraron los doscientos años de la célebre “Carta de
Jamaica”, en la cual, el Genio de América, nuestro Libertador Simón Bolívar,
responde a la carta del comerciante inglés Henry Cullen acerca del futuro del
continente; el texto fue publicado en el
periódico "The Jamaica Quarterly Journal and
Literary Gazzete" de esta isla antillana, en la edición
de julio de 1818.
Con
visión de futuro y, sin que hagamos comentarios sobre la actual situación
interna de Venezuela, Bolívar escribía un párrafo que podría utilizarse hoy en
día por los analistas internacionales para estudiar históricamente la evolución
de la política en nuestro hermano país desde la independencia:
En cuanto a la heroica y
desdichada Venezuela, sus acontecimientos han sido tan rápidos y sus
devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta indigencia y a una
soledad espantosa, no obstante que era uno de los más bellos países de cuantos
hacían el orgullo de la América. Sus tiranos gobiernan un desierto, y sólo
oprimen a tristes restos que escapados de la muerte, alimentan una precaria
existencia: algunas mujeres, niños y ancianos son los que quedan. Los más de
los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven combaten con
furor en los campos y en los pueblos internos hasta expirar o arrojar al mar a
los que, insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros
monstruos que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva”.
Y ni qué
decir, ante la situación actual que se vive a lo largo de nuestra frontera, con
esta frase bolivariana: “la muerte, el deshonor, cuanto es
nocivo, nos amenaza y tememos; todo lo sufrimos de esa desnaturalización
madrasta”; una madrastra que acogió como a Cenicienta a nuestros compatriotas,
dándoles en su momento hasta un atributo adicional a su personalidad: La
nacionalidad venezolana, que ni siquiera la República de Tunja le negó a
Bolívar en 1814, cuando además le confirió el más alto grado militar y él
llegara a agradecer ese gesto con la denominación a esta querida ciudad de
“Cuna y taller de la libertad”.
¿Cuál libertad? Se preguntarán hoy
en día tantos desplazados, deportados, rechazados y vulnerados colombianos, separados
de su núcleo familiar y desarraigados de un lugar, en el que bien o mal, vivían
y desempeñaban algún oficio. Como decía Bolívar: “El velo se ha rasgado; ya
hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas; se han roto las
cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo
esclavizarnos”.
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