La universidad es la gran
institución de la cultura y, como entidad, algo ordenado por su propia
naturaleza a la transmisión del saber y a la formación de su gente en el
terreno profesional y científico. Y a nadie se le oculta que una Universidad
realizada por hombres que quieran vivir su fe cristiana, puede ser, con
naturalidad y sin empañar siquiera la autonomía de los saberes humanos, un
lugar espléndido para la maduración y transmisión de la fe.
El Papa Francisco ha erigido, con un Quirógrafo fechado el 28 de
octubre, una persona pública canónica y como persona jurídica civil, la
Fundación Gravissimum Educationis, encaminada a proseguir "fines
científicos y culturales para promover la educación católica en el mundo",
en el quincuagésimo aniversario de la Declaración Gravissimum educationis sobre
la educación, promulgada por el Concilio Vaticano II.
La Iglesia reconoce que ''la importancia decisiva de la
educación en la vida del hombre y su influjo cada vez mayor en el progreso
social contemporáneo están profundamente vinculados al cumplimiento del
mandamiento recibido de su divino Fundador”, escribió el Papa citando la
declaración conciliar.
Toda
persona, sin distingo alguno, tiene el derecho inalienable a la educación, que
responda al propio fin, al propio carácter y al diferente sexo y que sea
conforme a la cultura y a las tradiciones patrias, y al tiempo esté abierta a
las relaciones fraternas con otros pueblos, para fomentar en la tierra la
verdadera unidad y la paz.
Hay
además que ayudar a los niños y a los adolescentes para que superen los
obstáculos y adquieran un recto sentido de la responsabilidad que les permita
participar en todos los grupos de la sociedad humana. La importancia de la
escuela es muy importante en virtud de su misión, pues cultiva las facultades
intelectuales, desarrolla la capacidad del recto juicio, lo introduce en el
patrimonio de la cultura, promueve el sentido de los valores, prepara para la
vida profesional, fomenta el trato amistoso entre los alumnos y constituye un
centro de cuya laboriosidad y de cuyos beneficios deben participar las
familias.
Es por eso que la universidad “no puede vivir de espaldas a ninguna incertidumbre, a ninguna
inquietud, a ninguna necesidad de los hombres”, por eso, cualquier
institución de educación superior, debe saber que la Fe se puede hacer cultura
y procurando que las asignaturas humanísticas nos acerquen a la necesidad de
estudiarlas, de ver en ellas lo que con madurez forma fundamentalmente la
personalidad humana para la vida y para apreciar en esas asignaturas y en ese
programa de formación, el verdadero camino hacia la verdad, amando
apasionadamente al mundo que nos corresponde transformar desde dentro.
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