El papa Francisco, siendo un niño, jugaba
baloncesto en los patios de su escuela y luego, peloteaba ese balón por la
calle y dedicaba otro tiempo a ese deporte si llegaba con pocas tareas qué
hacer a su casa; pero también le gustaba apreciar los encuentros de boxeo, ese
pugilismo argentino que ha sido, junto con el fútbol y el polo, uno de los que
más logros le ha dado a ese país austral, pues con él se han obtenido, durante
la era de Bergoglio, 24 medallas olímpicas, dos de oro en Ámsterdam -1928 con
Víctor Avendaño y Arturo Rodríguez Jurado; dos de oro en Los Ángeles - 1932 con
Carmelo Robledo y Alberto Lovell; una en Berlín - 1936 con Óscar Casanovas; dos
en Londres – 1948 con Rafael Iglesias y Pascual Pérez; así como medallas de
plata dos en París – 1924 con Alfredo Copello y Héctor Méndez; dos en Ámsterdam
– 1928 con Raúl Landini y Víctor Peralta; una en Los Ángeles – 1932 con Amado Azar;
una en Berlín – 1936 con Alfredo Lovell; una en Helsinki -1952 con Antonio
Pacenza, al igual que medallas de bronce con Pedro Quartucci y Alfredo Porcio,
en París – 1924; Raúl Villarreal y Francisco Resiglione en Berlín – 1936; Mauro Cía en Londres – 1948; Eladio Herrera
en Helsinki – 1952; Víctor Salazar en Melbourne – 1956; Abel Laudonio en Roma –
1960; Mario Guilloti en México – 1968 y, Pablo Chacón en Atlanta – 1996.
Incluso, los argentinos, paisanos de
Bergoglio, han logrado inscribir a
cuatro deportistas en el salón de la fama del boxeo de Nueva York (Carlos
Monzón, Pascual Pérez, Víctor Galíndez y Niccolino Locche), al igual que el
entrenador Tito Lectuore y el promotor Amilcar Brusa.
Esas figuras eran líderes para Jorge Mario
Bergoglio, quien con sus hermanos coleccionadas álbumes con estampas de estas
figuras del deporte porteño, algunos de ellos eran vecinos o se les conocía por
los gimnasios donde alentaban a los muchachos a irse a los puños con miras a
ganarse algún recurso y hacerse famosos, aunque esa no fue la aspiración de
Jorge Mario.
Sin embargo, José Mario Francisco Bergoglio,
animó a su hijo Jorge Mario y a los otros integrantes de la familia, Alberto
Horacio y Óscar Adrián y, a veces a las chicas de la casa Marta Regina y María
Elena (Malena), a ver los partidos de un equipo de fútbol fundado en 1908 por
el sacerdote Lorenzo Bartolomé Martín Massa, quien usó su nombre, no sólo para
buscar que los muchachos de las barriadas de clase media baja se alejaran de la
delincuencia, del vicio y de las calles, sino para fundar el mítico club San
Lorenzo de Almagro, que jugaba en el Gasómetro, un estadio hoy en día
inexistente, cerca del hogar de los Bergoglio Sivori.
Jorge Mario se aficionó tanto al azul-rojo,
porque el primer color representa los ideales y el segundo la lucha, dos
valores que alientan el día a día del máximo líder del catolicismo, quien
aunque no siempre ve los partidos, saca tiempo para que le cuenten cómo va la
clasificación de su equipo, del cual es el socio 88235N-0 de los Cuervos de San Lorenzo
y su fecha de registro es del 12 de marzo de 2008, siendo muy cumplido con el
pago mensual de su afiliación, lo cual cumple con débito automático.
Bien
se sabe que el equipo, en 2013 no había tenido una campaña muy buena y que cuando
ascendió francisco al trono de Pedro, los resultados se dispararon, pues los
jugadores le enviaron una camiseta al papa con el mensaje: “Rezá por nosotros,
que nosotros rezamos por voz” y ese compromiso recíproco los llevó a que
ganaran el torneo y el presidente del club y los jugadores le llevaran de
regalo los guantes del portero. Incluso Aurelio De Laurentiis, el presidente
del Nápoles, se atrevió a llamarlo “el portero de las almas”, cuando en Italia, los jugadores del Nápoles y de la Fiorentina lo visitaron y
él respondió: “…soy un portero especial porque debo dejar que todos entren en
el Cielo”.
Los
regalos deportivos no se han quedado allí; ha recibido una camiseta firmada por
Ronaldo; un balón con la firma de Pelé; la visita de Maradona y hasta Álvaro
Uribe le llevó una camiseta de la Selección Colombia el día en que no lograron
reconciliar el actual senador con el presidente Santos, llamados al orden por
el papa, el delantero del equipo, el que le da emoción a los encuentros, pero
también le gusta estar recibiendo espinillazos del enemigo, aunque también, en
la mayoría de las oportunidades, Francisco se lleva el balón de oro, porque
desde 2013 nos “golea” permanentemente con sus frases.
En
la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, animó a los muchachos y
niñas así: Chicos y chicas, por favor,
no se metan en la cola de la historia, ¡sean protagonistas! ¡Jueguen para
adelante! ¡Pateen adelante! ¡Construyan un mundo mejor! ¡Un mundo de hermanos,
un mundo de justicia, de amor, de paz, de fraternidad, de solidaridad!
¡Juéguenla adelante siempre!
El 12 de junio de 2014, el papa Francisco
emitió un tuit en su cuenta: “Les deseo a todos que puedan disfrutar de un maravilloso
Mundial de fútbol, con un espíritu de verdadera fraternidad”. Ese es el papa,
alguien que quiere ver al deporte como un lugar de encuentro y a su vez de
santificación, como se lo refirió en 2016 a los participantes del Primer
Encuentro Mundial de Deporte y Fe, a quienes además señaló que deberían “mantener la autenticidad del deporte, protegerlo de
la manipulación y de la explotación comercial”. “Sería triste para el deporte y
la humanidad, si la gente no lograra confiar más en la verdad de los resultados
deportivos, o si el cinismo y el desencanto tomaran ventaja sobre la
participación alegre y desinteresada”.
Pero
también, en diversos momentos, su apoyo al deporte con más aficionados en el
mundo, han sido los siguientes, que también se han referido al deporte en
general:
1. 1. ¡Sed
campeones del deporte, pero sobre todo de la vida! Exaltad siempre lo que es
realmente bueno y bello, mediante un testimonio claro de los valores que deben
caracterizar el deporte.
2. ¿Qué hace un jugador cuando se le llama para formar parte de un equipo? Tiene que entrenarse y entrenarse mucho. Así es nuestra vida de discípulos del Señor.
3. Con el deporte es posible construir la cultura del encuentro entre todos, por un mundo de paz.
4. Cuando se suda la camiseta, tratando de vivir como cristianos, experimentamos algo grande: nunca estamos solos.
5. El deporte es una actividad humana de gran valor, capaz de enriquecer la vida de las personas, de las cuales pueden disfrutar y gozar hombres y mujeres de toda nación, etnia y pertenencia religiosa.
6. El deporte es importante, pero debe ser auténtico deporte. Promuevan esta actitud de «aficionados» que elimina definitivamente el peligro de la discriminación. Cuando los equipos van por este camino, el estadio se enriquece humanamente, desaparece la violencia y vuelven a verse a las familias en las tribunas.
7. El éxito de un equipo es el resultado de una serie de virtudes humanas: la armonía, la lealtad, la capacidad de amistad y de diálogo, la solidaridad. Se trata de valores espirituales que se convierten en valores deportivos.
8. El fútbol debe ser una fiesta de solidaridad entre las personas y pueblos.
9. El fútbol supera las fronteras de la lengua, cultura y nacionalidad.
1El secreto de la victoria, en el campo de juego, pero también en la vida, está en saber respetar a mi compañero de equipo, pero también a mi adversario.
11. En el deporte, como en la vida, es importante luchar por el resultado, ¡pero jugar bien y con lealtad es todavía más importante!
12. Existe una gran belleza en la armonía de ciertos movimientos, como también en la fuerza o en el juego en equipo.
13. Hagamos una oración en silencio, todos. Que cada uno de vosotros piense en su equipo, en sus compañeros de juego, en sus entrenadores, en su familia. Y pidamos a la Virgen que bendiga a todos.
14. Hay que rezar para ganar y saber rezar cuando se pierde.
15. Hay también un deporte para aficionados, recreativo, de no competición, pero que permite a todos mejorar la salud y el bienestar, de aprender y trabajar en equipo, saber vencer y también saber perdonar.
16. Invito a todos los dirigentes y entrenadores a ser, ante todo, personas acogedoras, capaces de tener abierta la puerta para dar a cada uno, sobre todo a los menos favorecidos, una oportunidad de expresarse.
17. Las religiones, en especial, están llamadas a convertirse en canales de paz y nunca de odio, porque en nombre de Dios hay que llevar siempre y solamente el amor.
18. No os comáis la pelota, desarrollad el juego de equipo. Pertenecer a una sociedad deportiva quiere decir rechazar toda forma de egoísmo y de aislamiento, es la ocasión para encontrarse y estar con los demás, para ayudarse mutuamente, para competir en la estima recíproca y crecer en la fraternidad.
19. No podemos ser cristianos de tiempo parcial, no “almidonados”, de fachada, sino auténticos.
20. Para ganar, es necesario entrenarse, Fes necesario ejercitarse en la perfección de las virtudes, en la hombría de bien, en el coraje que exige la adquisición de hábitos buenos y en el combate a los vicios que anulan la libertad humana, tales como las drogas, el alcohol y las pasiones desordenadas.
21. Por favor, que todos jueguen, no sólo los mejores, sino todos, con los talentos y los límites que cada uno tiene, más aún, privilegiando a los más desfavorecidos, como hacía Jesús.
22. Que fea y estéril es la victoria que se alcanza haciendo trampas en las normas y engañando a los demás.
23. Queridos amigos, no se olviden: ustedes son el campo de la fe. Ustedes son los atletas de Cristo.
24. Se debe disponer mejor el alma para aprender en el gozo y en la tristeza.
25. Se debe llevar al máximo las propias capacidades y así el deporte nos entusiasma, nos maravilla, nos hace sentir orgullosos.
26. Si en un estadio en una noche oscura, una persona enciende una luz, se vislumbra apenas; pero si los más de setenta mil espectadores encienden cada uno la propia luz, el estadio se ilumina. Hagamos que nuestra vida sea una luz de Cristo.
27. Todos conocemos el entusiasmo de los niños que juegan con un balón desinflado o hecho de trozos en los suburbios de algunas grandes ciudades, o en los caminos de pequeños pueblos.
28. Vivan el deporte como un don de Dios, una oportunidad para hacer fructificar sus talentos, pero también una responsabilidad.
2. ¿Qué hace un jugador cuando se le llama para formar parte de un equipo? Tiene que entrenarse y entrenarse mucho. Así es nuestra vida de discípulos del Señor.
3. Con el deporte es posible construir la cultura del encuentro entre todos, por un mundo de paz.
4. Cuando se suda la camiseta, tratando de vivir como cristianos, experimentamos algo grande: nunca estamos solos.
5. El deporte es una actividad humana de gran valor, capaz de enriquecer la vida de las personas, de las cuales pueden disfrutar y gozar hombres y mujeres de toda nación, etnia y pertenencia religiosa.
6. El deporte es importante, pero debe ser auténtico deporte. Promuevan esta actitud de «aficionados» que elimina definitivamente el peligro de la discriminación. Cuando los equipos van por este camino, el estadio se enriquece humanamente, desaparece la violencia y vuelven a verse a las familias en las tribunas.
7. El éxito de un equipo es el resultado de una serie de virtudes humanas: la armonía, la lealtad, la capacidad de amistad y de diálogo, la solidaridad. Se trata de valores espirituales que se convierten en valores deportivos.
8. El fútbol debe ser una fiesta de solidaridad entre las personas y pueblos.
9. El fútbol supera las fronteras de la lengua, cultura y nacionalidad.
1El secreto de la victoria, en el campo de juego, pero también en la vida, está en saber respetar a mi compañero de equipo, pero también a mi adversario.
11. En el deporte, como en la vida, es importante luchar por el resultado, ¡pero jugar bien y con lealtad es todavía más importante!
12. Existe una gran belleza en la armonía de ciertos movimientos, como también en la fuerza o en el juego en equipo.
13. Hagamos una oración en silencio, todos. Que cada uno de vosotros piense en su equipo, en sus compañeros de juego, en sus entrenadores, en su familia. Y pidamos a la Virgen que bendiga a todos.
14. Hay que rezar para ganar y saber rezar cuando se pierde.
15. Hay también un deporte para aficionados, recreativo, de no competición, pero que permite a todos mejorar la salud y el bienestar, de aprender y trabajar en equipo, saber vencer y también saber perdonar.
16. Invito a todos los dirigentes y entrenadores a ser, ante todo, personas acogedoras, capaces de tener abierta la puerta para dar a cada uno, sobre todo a los menos favorecidos, una oportunidad de expresarse.
17. Las religiones, en especial, están llamadas a convertirse en canales de paz y nunca de odio, porque en nombre de Dios hay que llevar siempre y solamente el amor.
18. No os comáis la pelota, desarrollad el juego de equipo. Pertenecer a una sociedad deportiva quiere decir rechazar toda forma de egoísmo y de aislamiento, es la ocasión para encontrarse y estar con los demás, para ayudarse mutuamente, para competir en la estima recíproca y crecer en la fraternidad.
19. No podemos ser cristianos de tiempo parcial, no “almidonados”, de fachada, sino auténticos.
20. Para ganar, es necesario entrenarse, Fes necesario ejercitarse en la perfección de las virtudes, en la hombría de bien, en el coraje que exige la adquisición de hábitos buenos y en el combate a los vicios que anulan la libertad humana, tales como las drogas, el alcohol y las pasiones desordenadas.
21. Por favor, que todos jueguen, no sólo los mejores, sino todos, con los talentos y los límites que cada uno tiene, más aún, privilegiando a los más desfavorecidos, como hacía Jesús.
22. Que fea y estéril es la victoria que se alcanza haciendo trampas en las normas y engañando a los demás.
23. Queridos amigos, no se olviden: ustedes son el campo de la fe. Ustedes son los atletas de Cristo.
24. Se debe disponer mejor el alma para aprender en el gozo y en la tristeza.
25. Se debe llevar al máximo las propias capacidades y así el deporte nos entusiasma, nos maravilla, nos hace sentir orgullosos.
26. Si en un estadio en una noche oscura, una persona enciende una luz, se vislumbra apenas; pero si los más de setenta mil espectadores encienden cada uno la propia luz, el estadio se ilumina. Hagamos que nuestra vida sea una luz de Cristo.
27. Todos conocemos el entusiasmo de los niños que juegan con un balón desinflado o hecho de trozos en los suburbios de algunas grandes ciudades, o en los caminos de pequeños pueblos.
28. Vivan el deporte como un don de Dios, una oportunidad para hacer fructificar sus talentos, pero también una responsabilidad.
Esa
es la visión de un papa que pone metas, no sólo para la vida, sino en el
deporte; sin embargo, de todas las frases, tal vez la más significativa es: Les pido que recen por mí,
para que también yo, en el «campo» en el que Dios me puso, pueda jugar un
partido honrado y valiente para el bien de todos nosotros.
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