DE VUELTA SOBRE FERNANDO SOTO APARICIO
Universidad de
La Sabana, Chía, Colombia.
Aquel que juega con las palabras está jugando con el
universo.
Jorge Luis
Borges.
Transcurre el año 2015, Fernando
Soto Aparicio está por cumplir sus 82 años; su prestigio literario en nuestro
mundo contemporáneo ha traspasado fronteras y sigue cada día escribiendo como
quien respira, como quien escucha cantar los pájaros, o como quien sueña
despierto, relatando el drama de muchos hombres y mujeres, de muchos campesinos,
dedicados por la fuerza de la fatalidad, a trabajar en las oscuras galerías de
una mina de carbón para no morir de hambre, donde la esperanza ha cambiado su
color de piel por el de la fría y negra roca milenaria.
Es un maestro de vida y de letras;
de una obra copiosa que abarca todos los géneros literarios y que nos presentan
al primer autor colombiano en recibir, hace más de sesenta años, el primer
premio internacional de literatura que le diera visibilidad a la obra de
tantos, que como al propio García Márquez lo elevaría al Nobel de Literatura.
Desarrollo:
El Maestro Soto Aparicio posee un
ingenio creador sin límites. Nació en Socha, Boyacá el 11 de octubre de 1933 y
desde sus dos meses de vida hasta sus 27
años vivió en Santa Rosa de Viterbo, donde inició su carrera de escritor
alternándola con 14 años al servicio del poder judicial en el Tribunal Superior
de ese municipio. Santa Rosa es tierra de humanistas; allí nacieron los poetas
Jorge Rojas y Vicente Combariza, el filólogo Rafael Torres Quintero y el
pensador de la latinoamericanidad Carlos Arturo Torres, autor de Idola Fori.
En esos dos municipios boyacenses y
en Bogotá, Soto reparte sus afectos familiares y evoca a cada instante los dos
elementos sustanciales que mantienen viva su extensa obra: uno, el amor, que es
la constante en toda su literatura; y dos, la preocupación por el hombre de
América, su circunstancia, su lucha y el hambre de eternidad con que vive su
finitud; fija allí toda la dimensión de la rebeldía americana y la búsqueda de
nuestra autenticidad en un presente lleno de injusticia y de violencia. Soto
Aparicio es un vocero de una sociedad muda, que encuentra expresarse a través
de sus libros, pero también es un hombre sereno y sencillo, no obstante haber
llegado a la diplomacia por un período de dos años en la Legación de Colombia
ante la UNESCO en París.
Soto Aparicio sólo hizo estudios
regulares hasta cuarto de primaria, pero desde que abandonó el colegio no ha
sido más que un verdadero Maestro. Los grados que oficialmente no obtuvo le han
llegado después a través de múltiples doctorados honoris causa de las
universidades Militar “Nueva Granada” de Bogotá, que se lo concedió en
Educación y Humanidades; Corporación Universitaria del Meta, de Villavicencio;
Simón Bolívar, de Barranquilla; ASAM University, de Roma; Inter Americana de
Ciencias Humanísticas, de Buenos Aires; Philo Byzantine Academy and University,
de Miami; etc.
Escribió semanalmente en el Magazín
Dominical de “El Espectador”, diario en el que editaba la página de Libros Contemporáneos; lo mismo que en
“El Tiempo”, cuyas columnas fueron luego compiladas y publicadas por Tercer Mundo. Dirigió la revista
“Cromos”; fundó la revista “Gato Encerrado”; publicó en la revista “Arco”, al
igual que en “El Neogranadino”, “Educación y Desarrollo Social”, “Repertorio
Boyacense” y “Mirando al campo”. Recibió el premio “Aplauso”. Es Individuo
Correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua, de la Academia
Boyacense de la Lengua, de la Academia Boyacense de Historia, de la Academia
Nazionale di Lettere, Arti e Scienze “Ruggero II di Sicilia”, del Centro de
Estudios Históricos “Diego de Torres y Moyachoque, Cacique de Turmequé”, que le
concedió su medalla en el año 2002. Miembro Honorario de la Academia de Historia
Heráldica de Colombia; Caballero del Estamento de Hijosdalgos del Nuevo Reino
de Granada; Asesor editorial de Plaza y Janés Editores Colombia y del Grupo
Grijalbo Mondadori.
Ha sido profesor en las
universidades La Sabana, Santo Tomás, Militar “Nueva Granada”, Escuela Superior
de Administración Pública - ESAP y ha dictado centenares de conferencias.
La Corporación Universitaria del
Meta bautizó su paraninfo principal con el nombre de Fernando Soto Aparicio, lo
mismo que se hiciera en Chiquinquirá con un Colegio privado y la Institución
Educativa Distrital nuevo Kennedy de Bogotá. La Alcaldía Local de Engativá lo
condecoró con “la Orden Civil al Mérito” reconociendo su vida como escritor y
su dedicación y entrega al arte de la letras. La Alcaldía de Socha, con
ocasión de su 80 cumpleaños, le encargó un busto al maestro Neil Avella
González. Por Decreto 090 de 2013 (octubre 23), la Alcaldía de Moniquirá,
Boyacá, exaltó su obra, lo mismo que la Facultad de Ingeniería de la
Universidad Distrital “Francisco José de Caldas”. El Concejo Municipal de Santa Rosa de Viterbo, como máxima
representación popular, reconoció
las ejecutorias personales,
ciudadanas y profesionales del Maestro Soto Aparicio – Acuerdo # 063 del 16 de
Octubre de 2013 y la alcaldía de esa ciudad le concedió la medalla “General
Rafael Reyes” en su máxima categoría y le impuso su nombre al Teatro
Municipal. El Concejo municipal de la ciudad de Facatativá le dio el nombre a
la “Mega Biblioteca Municipal” y le impuso la Medalla Orden al Mérito “Concejo
Municipal de Facatativá”. También ha recibido honores de la Corporación
Cultural “Jetón Ferro” de Chiquinquirá, Boyacá y del Encuentro de Escritores “Fuerza
de la Palabra”. Lo ha galardonado la Cámara de Comercio de Sogamoso; el Concejo
Municipal de Tunja le concedió la Orden Gustavo Rojas Pinilla, en
el grado de oficial y la Contraloría General de Boyacá le concedió la “Orden Sor
Francisca Josefa de la Concepción Castillo y Guevara”, considerada como el “Nobel
boyacense”.
A los quince años ya le eran
publicados algunos de sus cuentos, ensayos y poemas, como “Himno a la Patria” en la prensa nacional y desde esa época no ha
dejado de hacerlo.
En 1960 gana su primer premio
literario, el “Nova Navis” en España con su novela “Los Bienaventurados”.
Podría decirse que Soto Aparicio fue primero en el mundo y luego en la Patria;
es decir, fueron los caminos primero que la existencia de la época “macondina”.
Soto Aparicio ha sido un escritor
siempre vigente, siempre en marcha. Sus libros tienen la permanencia de su
calor humano, de su honda preocupación por nuestro destino, y por seguir
haciendo preguntas pese a la certidumbre de que jamás existirán las respuestas.
Sus personajes son sencillos, intrépidos, amorosos, de carne y hueso.
En sesenta y siete años de vida
literaria, Soto Aparicio ha estado trabajando siempre con la palabra, ya sea la
escrita, abierta a la hermenéutica, como la Palabra hablada, abierta a la
acción, vale decir, libros y televisión. Soto Aparicio es un escritor siempre
vigente, uno de los hombres más prolíficos en la historia literaria de Colombia
y alguien que suele decir que él envejece porque no le queda otro remedio, pero
que sus obras siguen jóvenes, vigentes, combativos, beligerantes y a la vez,
indispensables para comprender el país y el mundo.
En el caso de sus libros, es uno de
los autores en vida que no saben cuántos ejemplares existen de su obra, pues “La Rebelión de las Ratas”, su libro editado en 1961 y hasta
ahora en 60 ediciones “legales”, ha sufrido el flagelo de la piratería con un
número similar o mayor de ediciones irregulares. También ha sido editada en
idioma chino con un tiraje de 200.000 ejemplares. Esta obra, ha sido traducida y publicada en alemán,
rumano, inglés, italiano y francés, ganó en Barcelona el premio “Selecciones
Lengua Española de Editorial Plaza & Janés” en 1961 y considerada como
una épica de América Latina, llevada a la pantalla chica en 1990 por Jorge
Barón Televisión, relatando con un lirismo sorprendente, el drama de un
campesino dedicado, por la fuerza de la fatalidad, a trabajar en las oscuras
galerías de una mina de carbón para no morir de hambre. Los sombríos socavones
simbolizan en la novela la vida misma: laberinto indescifrable, donde la
esperanza ha cambiado su color de piel por el de la fría y negra roca
milenaria. El pueblo de Timbalí, así como el minero 22048, Rudesindo
Cristancho, estarán felices de verlo hoy homenajeado, Maestro.
A estas dos primeras novelas
siguieron “Mientras Llueve”, escrita en 1964, donde la
protagonista, Celina Franco Valdivia, que reúne en su imagen las horas grises
de una injusticia que se encierra entre cuatro paredes, cuenta su historia en
hojas que se han desprendido de un diario escrito en la prisión, donde el
personaje describe al Maestro Soto Aparicio después de ver su fotografía en el
Magazín Literario de “El Espectador” el 3 de mayo de 1964: “Fernando está un
poco más hombre, no tiene la cara ingenua y alegre de San Juan de Alba. Se ha
dejado bigotes y una rizada barba que le cae muy bien. Pero es el mismo. La
nariz aguileña, los ojos soñadores, bien dibujadas las cejas y abundantes y
crespas las pestañas.... Ha logrado su objetivo, ha salido de la masa
anónima. Su nombre y su figura descuellan sobre el trigo uniforme Pienso si la
fama le habrá traído placer o nostalgia, si será feliz o desgraciado”.
Después le seguirían “El Espejo Sombrío” (1967), que tuvo la censura franquista en
España; “Mundo Roto” (1968), en la cual señala el
panorama de la juventud en los años sesenta del siglo pasado, su desorientación
y su lucha por imponer un criterio propio; “Viaje a la claridad”
(ganadora del premio “Ciudad de Murcia”, del Ayuntamiento de Murcia, España, en
1971), en la cual ya hablaba Soto de una enfermedad que aún no tenía nombre, el
SIDA; “Puerto Silencio”
(1974); “Proceso a un Ángel” (1977), donde nos narra
los mitos y la crisis de la religión ante el milagro de la Virgen ante la
vidente de Piendamó en el Cauca; “Los Funerales de América”
(1978); “Viva el Ejército” (mención de honor Casa de
las Américas de La Habana en 1971), una crítica al poder de las fuerzas armadas
de Colombia; “Hermano Hombre” (1982), que muestra la
angustia en la búsqueda de Dios; “La Cuerda Loca” (1984),
una sátira a la inútil vida de los diplomáticos en París; “Jazmín Desnuda”
(ganadora del Premio Nacional de la Novela Colombiana en 1989), donde narra la
vida de una actriz de televisión y enjuicia las mentiras de este medio; “Camino que anda” (1980), donde Suaty Amanecer es la mujer de
la era precolombina, lo mismo que en Amanecer de los Ángeles, la mujer del
mestizaje americano y la Inquisición, Amanecer Fernández, la protagonista en la
época de los comuneros y, Amanecer Domínguez, la mujer actual que asiste a la
destrucción y a la construcción de un mundo que ha de ser la verdadera América; “Palabra de Fuego”
(1988), en la que denuncia los problemas de los indios paeces representados en
Álvaro Ucué Chocué, el clérigo mártir de la indianidad, que fuera escuchado por
san Juan Pablo II en Popayán; “Los Juegos de Merlina”
(1992), cuando una pareja es condenada a muerte por un grupo de sicarios y su
refugio y protección se encuentra solo en el amor que los sublimiza; “Los Hijos del Viento” (2003), en la cual una heroína
apasionante, Llovizna Abril, denuncia el problema de la explotación petrolífera
en los territorios tunebos de los U´was en Boyacá, hasta que “el silencio abrió
sobre la selva la paz de sus alas inmensas”; “La noche del Girasol”
(2004) acerca del flagelo del secuestro en Colombia; “El sueño de la
Anaconda” (2013), un complemento a las “Elegías de varones
ilustres de Indias” de don Juan de Castellanos; “La Última Guerra” (2000), protagonizada por Peregrino
Cadena, una figura patética que representa al hombre de nuestro tiempo,
desterrado de todos los lugares, en éxodo permanente hacia un amor que se le
niega y una libertad que se le destruye y nos muestra hasta donde nos está
llevando el odio; “Testigo de excepción”
(2005), su testamento, o más bien, su testimonio, una autobiografía de su
pensamiento, de las palabras con las que ha pretendido dejar huella, donde
están los textos de un hombre enamorado del amor, devoto de la vida, respetuoso
de nuestra Madre Tierra, y terriblemente dolido porque como seres humanos
rondamos muchas veces los límites del fracaso, cuando dejamos que nuestra
balanza existencial se incline hacia el odio. En “La Siembra de
Camilo” (1971), Soto Aparicio fue el primero en expresar las
preocupaciones de la lucha entre la revolución y las reformas, reseñando la
vida del cura Camilo Torres y la huella que dejó en los humildes y desposeídos.
Otras novelas son: “Sólo el silencio grita” (1993); “Y el hombre creó a
Dios” (1998); “Los Últimos Sueños”
(1990); “Quinto Mandamiento” (2000); “La Demonia” (1986); “Viaje al Pasado”
(1970); “Después Empezará la Madrugada” (1970); “Todos los ríos son el mismo mar” (2013); “La sed del agua” (2015); “Pedro Pascasio. Héroe antes de los doce años” (2005), donde
dice que “los señores Olano, que siempre fueron buena gente”.
Son recordados sus cuentos “El color del viento” (1993), un libro donde volvemos a ser
niños, dedicado “A todos los niños que hacen su prekínder para ser adultos. Y a
todos los adultos para que dejen hablar y soñar a ese niño que a veces nos
juega en el corazón”; “Solamente al vida”; “Lunela” (1986); “Lecturas para
acompañar el amor”; “Guacas y Guacamayas” (1993); “Los viajeros de la eternidad”
(1995); “Alfajuego” (2000); “Bendita sea tu pureza” (1999); y, “No morirá el
amor” (2001).
Sus poemas le merecieron el 23 de
octubre de 2002 el ALBO DE ORO, reconocimiento a su vida consagrada a “hacer
versos endecasílabos de la prosa común de todos los días”, como decía San
Josemaría Escrivá de Balaguer. Se suman “Sonetos con forma de mujer”
(Ganadores del Premio Nacional de Poesía de la Asociación Nacional de
Escritores en 1973); los 114 sonetos “Alba de Otoño”
(2008), de impecable factura y fulgurante belleza; “Palabras a una muchacha” (1967), dedicado a una pequeña Flor, con
amor total, porque “Amarte es penetrar en la alegría, recobrar la conciencia de
la vida y no sentir temor ante la muerte”; “Diámetro
del corazón” (1963); “Motivos para Mariángela”
(1969); “Las fronteras del alma”; “Canto personal a la Libertad (1969)”; “Carta abierta a una guerrillera – Cartas a Beatriz”
(1976); “Pasos en la Tierra” (1984); “La paz sea con nosotros” (1986); “Carta
de bienvenida a la paz” (1989); “El amor nuestro de cada día” (1994); “Poemas en ocre y luna” y la bellísima “Oración personal a
Jesucristo”, recientemente reeditada por varias editoriales
comerciales y universitarias, escrita por Soto cuando apenas tenía veinte años
y publicada por primera vez el domingo 30 de marzo de 1954 en el suplemento
literario de “La República”, que vale la pena leer, porque es una plegaria para
los hombres de buena voluntad, un patrimonio de la fe, de la fraternidad, de la
tolerancia y de la convivencia, con las que se construye la paz y se puede
entrar, por los fieles de cualquier religión, a una reflexión para darnos
cuenta que alguien, nos espera con los brazos abiertos para el amor y para la
esperanza.
Y es que Soto nos dice en muchos de
sus escritos que la esperanza es buena en la medida en que respalda el
esfuerzo; que la realidad diaria es sorprendente y maravillosa; que el trabajo
y la fraternidad hacen la paz, y que la felicidad es posible si al mundo y al
hombre se les mira siempre con amor.
Dos bellos libros “Lección de Amor (1997)” y “Memorias de la
Memoria”, conjugan sus textos con los cuadros de los maestros Hugo
Díaz, Abeizer Agudelo, Germán Rizzo, Henry Villada, Martha Arango, Griselda
Ferreira, Ángel Ramírez y José Omar Torres. De la misma factura son “Para estrenar las alas” (2001) y “Taller para la enseñanza
de la felicidad” (2011), una meditación personal sobre la vida, que
nos prohíbe sembrar la discordia, porque éstas sólo sirven para hacer crecer
árboles siniestros que ahorcan nuestras esperanzas y nos llevan a ese último
párrafo de la obra: “Y mirándome al espejo me pregunto en qué momento se
produjo la invasión de la soledad, y cómo fue llenándome de tal modo que no
alcanzó a caber en los últimos latidos de mi vida, y por eso ya está
invadiéndome los primeros silencios de mi muerte”.
Sus obras de teatro “El vendedor de
juguetes” y “El eclipse de Dios”, han sido representados en colegios,
universidades y teatros de Colombia y el exterior.
Fue libretista por más de dieciocho
años de la serie Dialogando y adaptó entre otras, desde 1967 las novelas “UNA
MUJER PERDIDA” de Arcadio Dulcey; “EL ALFÉREZ REAL”, de Eustaquio Palacios;
“MANUELA” de Eugenio Díaz; “ROJO Y NEGRO” de Stendhal; “LA COSECHA” de Osorio
Lizarazo; “LAS SEÑORITAS GUTIÉRREZ” de María Victoria Restrepo; “LOS NOVIOS” de
Alejandro Manzoni; “PAPÁ GORIOT” de Balzac; “LA HIJA MALDITA” de Emilio
Richebourg; “ROSALBA” de Arturo Suárez; “ENTRE PRIMOS” de José Manuel Marroquín
y “DESTINOS CRUZADOS” de Gustavo Páez Escobar y, producidas por PUNCH, R.T.I.,
PROMEC y R.C.N.
También sus originales han llegado
a lo más recóndito de los hogares colombianos con la producción de R.T.I.,
PUNCH, PROMEC, REVIVAMOS NUESTRA HISTORIA, AUDIOVISUALES, SEÑAL COLOMBIA,
R.C.N. Y JORGE BARÓN TELEVISIÓN, entre las que se cuentan desde 1969 hasta el
2001: “CARTAS A BEATRIZ”, “VIAJE AL PASADO”, “LOS PECADOS DE AYER”, “VOLVERÁS A
MIS BRAZOS”, “LA HERENCIA”, “LA ENEMIGA”, “EL DETECTIVE GENIAL”, “LA MARAÑA”,
“DIALOGANDO”, “CAMINO AL FUTURO”, “SOLEDAD”, “PEDRO CLAVER”, “EL SECRETO”, “EL
JURAMENTO”, “LOS COMUNEROS”, “EL ÚLTIMO ÁNGEL”, “LEVIATÁN”, “CAMINO CERRADO”,
“LA ESPADA DE PAPEL”, “VANESA”, “MARÍA DE LOS ÁNGELES”, “LA REBELIÓN DE LAS
RATAS”, “LOS PECADOS SECRETOS”, “ARCHIVO SECRETO”, “POR LAS BUENAS”, “MIENTRAS
LLUEVE”, “AMOROSAMENTE”, “DEFIÉNDASE”, “SANTA MARÍA DEL OLVIDO” (Por encargo
del Ministerio de Salud en 1994) y “LA FAMILIA ESPEJO”.
Conclusión:
Maestro Soto Aparicio, sólo quiero
expresar que es un honor para mí ser su amigo y que no podemos terminar sin
incluir de su ensayo “Cartilla para
mejorar el Mundo” (2002), su “Recomendación para todos los días”:
“Si tienes un amor, cuídalo pero
no lo amarres; cultívalo cada día como si fuera el primero y el último; acepta
con alegría el compromiso que implica amar, y no lo ensucies con la aventura
barata de una traición; déjale crecer sus alas y enséñale cómo se manejan, para
que después haga sus propios vuelos; no lo encierres en una ceremonia ni en un
código ni en un chantaje, porque la esencia del amor es la libertad; no lo
obligues a que te ame, pero gánatelo; no lo asfixies porque el amor necesita su
propio aire para sobrevivir; no lo condiciones ni lo sobreprotejas ni lo
limites, porque lo convertirás en un rebelde o en un inútil; acepta que la
fidelidad es una opción hermosa y que, como un cristal, se rompe con cualquier
descuido y ya jamás podrá reconstruirse;
Si tienes un
hijo enséñale a convivir, háblale de la importancia de ser para los demás, de
abrirse hacia los otros porque al ser humano lo define y lo ubica su voluntad y
su necesidad de comunicarse; dile que no es saludable convertirse en una casa
cerrada porque lo que tiene por dentro se irá llenando con el moho de la
soledad, pero que también es importante proteger una parcela de privacidad
donde pueda quitarse los disfraces y ser completamente auténtico; vigila sus
primeros pasos pero déjalo que tropiece para que aprenda a caminar en la vida;
enséñale a amar a su país por encima de todo, a respetar la Tierra de la que
hemos nacido, y a cuidar el agua para que la sed no nos mate el futuro;
muéstrale cómo el árbol es hermoso y fraternal y próximo, y dile que mirándolo
crecer entenderá su propio crecimiento; y cuando se vaya –porque los hijos se
van- haz como los aviones de papel que fabricabas cuando niño: dale el impulso,
y míralo volar libremente hasta perderse en un cielo diferente al tuyo;
Si tienes un
trabajo acepta que debes hacerlo con entusiasmo y con amor, porque le da un
sentido al tiempo que te adjudicaron para vivir; entrégate a una causa y
aprende a defenderla, sin que eso quiera decir que tus ideas son las únicas
válidas; por el contrario, permanece abierto al cambio, porque los seres y las
cosas constituyen con su existencia una dinámica constante, y nada se detiene,
nada es para siempre; si aprendes, abre tu inteligencia a todos los rumbos y
escoge el que creas que te conviene y para el que tengas vocación; si enseñas,
dale a cada uno de tus alumnos lo mejor de ti mismo, y muéstrales con tu
ejemplo cómo la vida debe convertirse en un canto, en una búsqueda permanente
de la felicidad, en una aventura plenificante y magnífica;
Si tienes un sueño
no lo dejes morir, consiéntelo como quizás cuidaste los animales desvalidos en
tu infancia, un canario que se cayó del nido y al que alimentaste con alpiste y
afecto, un pez que se estaba ahogando en el aceite de un río y al que le diste
un poco de agua limpia, un arbusto que arrancó la tormenta y al que le volviste
a meter los pies en la tierra; soñar no cuesta nada y ayuda a que la
imaginación no se detenga, y con ella puedes hacerlo y conocerlo todo;
Si tienes una
vida no la pierdas porque no habrá segundas partes; date por las mañanas un
abrazo, atrácate de buenas razones para triunfar, pégate dos mordiscos de
ternura y sal a la calle con una armadura de optimismo; comparte con los otros
tu pan y tu esperanza, y entiende que si te detienes, el tiempo acabará por
empujarte. Si escribes, que tus palabras sean como disparos de paz y de fe que
se conviertan en bengalas que iluminen la noche y rescaten a los que se han
perdido; si pintas pon en cada uno de tus paisajes esa luz infinita que es sólo
la sombra de Dios; si esculpes, que cada golpe sobre el mármol o la piedra
palpite sin cansancio hasta lograr una obra definitiva; si simplemente vives,
haz de cada momento algo especial, llénate de razones para amarte, acepta el
mundo que te dieron, besa la mano que te hiere, para desarmarla, busca el
equilibrio entre la verdad, el amor y la libertad, y construye la paz con tus
diarias contribuciones de comprensión y de ternura.
Y recuerda que
si todos nos esforzamos, habremos mejorado el mundo”.
* Abogado, con
estancia Post Doctoral en Derecho Constitucional como Becario de la Fundación
Carolina en la Universidad de Navarra, España y en Historia en la Universidad
del País Vasco como becario de AUIP;
Profesor Asociado; Director del Programa de Humanidades en la Facultad
de Filosofía y Ciencias Humanas; Director de Estudiantes del Programa de
Filosofía y Director del Grupo de Investigación en Derecho, Ética e Historia de
las Instituciones “Diego de Torres y Moyachoque, Cacique de Turmequé” de la
Universidad de La Sabana, donde es profesor de Democracia, Globalización y
Conflicto; Introducción al Derecho Administrativo y, Responsabilidad
Profesional. Es Investigador Asociado en COLCIENCIAS e Investigador de la
Cátedra Garrigues de la Universidad de Navarra.
Miembro de Número de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, Miembro
Correspondiente extranjero de la Academia Chilena de Ciencias Sociales,
Políticas y Morales y Miembro de Honor del Muy Ilustre y Bicentenario Colegio
de Abogados de Lima. Hernan.olano@unisabana.edu.co
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