La violencia y la
corrupción, son siempre los actos de una persona y una decisión que implica la
responsabilidad personal. De hecho, la adopción de una ética de la
responsabilidad, haría que el camino hacia el futuro fuera fecundo, poniendo
fin al punto muerto entre posiciones extremas, como lo ocurrido recientemente
cuando pasamos de unos aforados radiales a unos desaforados radiales y
televisivos, que vienen a postularse como ejemplos de conducta ética y moral
para todos los colombianos.
Tenemos un reto
delicado, complejo y urgente que atañe al respeto por las instituciones
jurídicas y el rescate de la profesión de abogado y del oficio del jurista,
siempre tan criticado y denostado, pero que ante hechos evidentes no hace más
que ratificar para un numeroso grupo, el hecho de que ser abogado es sinónimo
de pícaro o bandido.
Aunque los medios de
comunicación están en medio de esta polémica, la libertad de expresión que se
utiliza indebidamente para menoscabar la dignidad de las personas y ofender sus
convicciones más profundas, siembra la semilla de la violencia. Naturalmente,
la libertad de expresión es un derecho humano fundamental que siempre debe ser
apoyado y protegido; de hecho, también implica la obligación de decir
responsablemente lo que una persona piensa en vista del bien común... Sin
embargo no justifica relegar a una persona al marco indigno e irrelevante del
Ser, o a un blanco fácil de burlas y discriminación.
El camino para salir
adelante parece ser la adopción de un enfoque integral para la reforma de la
justicia, que abarque esas cuestiones con claridad en la legislación interna y
las aborde de manera que puedan facilitar una transparencia a toda prueba,
basada en el respeto de la dignidad humana y de los derechos inherentes de cada
persona.
En
el reciente decreto 537 de 2015, se establece que la conformación de las ternas que el
Presidente de la República elabore para la escogencia de los magistrados de la
Corte Constitucional por parte del Senado, además de aplicar la ley de cuotas,
se observará que los candidatos aseguren probidad, independencia, idoneidad,
carácter y solvencia académica y profesional, no obstante que el “filtro” se lo
concede el Presidente al ministro de la Presidencia, no obstante que la
Secretaría Jurídica de la Presidencia podrá solicitar la opinión de
organizaciones ciudadanas, sociales, universitarias o académicas, sobre los
nombres inscritos en la lista; en todo caso, todo queda reservado a la
entrevista con el Presidente.
Posdata: Cuando se
elige estar al lado de la Verdad, no podemos ignorar las consecuencias del
ejercicio de la misma.
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