El pasado 25 de diciembre, el Papa
Francisco en la bendición para la Ciudad y el Mundo, Urbi et Orbi, pidió que la
alegría de esa fecha iluminase a los colombianos para obtener la anhelada paz.
En una sociedad democrática la paz
podrá consolidarse sobre la base de un sistema normativo que interprete la
realidad nacional y consulte las cambiantes necesidades del país y la voluntad
popular. En 1987, decía Rodrigo Lloreda, que en una sociedad democrática, la
convivencia social no puede depender del azar, ni fundarse en la ausencia de
autoridad, aunque tampoco ciertamente, en el exceso de ella.
Eso me recuerda este mensaje:
"Para el que levanta el puñal del asesino, para el que prende la dinamita
cuyo resultado son escombros y despojos humanos, no hay ni puede haber
misericordia ni contemplaciones; porque en estos casos toda contemporización es
una grave falta, toda debilidad es un delito, faltas y delitos que no perdonan
nunca ni la Patria ni la Historia"; el autor fue Rafael Núñez en su
mensaje al Congreso en la apertura de las sesiones ordinarias de 1894.
Esa convivencia social entre víctimas
y victimarios es el reto de la anhelada paz a la cual se refiere Francisco,
pero también es el resultado de un proceso que requiere tener en cuenta las
necesidades de una sociedad en plena evolución, que como pueblo, ha perdido la
fe en sus líderes e instituciones y que le atribuye a ellas muchos de los
problemas del país y no les falta razón.
Así como Lloreda decía:
"No creo en el efecto providencial de las reformas legales ni
comparto la noción tradicional de responder a toda crisis con una enmienda
constitucional", así estamos todos, incrédulos ante los desconocidos
acuerdos; alarmados con la descomposición y la corrupción de quienes hacen
cabeza en muchas instituciones; sorprendidos con la inoperancia de la justicia
y pongo como ejemplo un proceso que tengo y ha pasado mínimo por cinco
despachos de circuito de descongestión y ni aun con la solicitud de vigilancia
de la Procuraduría hemos podido desterrar las coimas de la contraparte para que
a una viuda le devuelvan su inmueble; la falta de justicia produce
desconcierto, luego rabia y eventualmente violencia y, ese es el panorama nacional,
que ha de sopesar el gobierno para promover el plebiscito por la paz. El
problema es que esos vicios ancestrales, en el fondo son los síntomas del cáncer
del conflicto de intereses, más que todo económicos, que mueven hasta a los
guardianes del orden a actuar en contra de la ley. Se requiere coraje, decisión
y abrir el camino para restablecer la confianza perdida.
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