El pasado 14 de diciembre de 2015, tuve la oportunidad de
asistir al “retorno” de don Ignacio Chávez Cuevas a la Academia Colombiana de
la Lengua, con ocasión del décimo aniversario de su fallecimiento. Digo
“retorno”, y no “presentación”, por cuanto retornar a su casa (La academia y el
Caro y Cuervo), era la intención de doña Eliska Krausova con la publicación del
libro “La lengua”, que tiene como coautores a Juan Carlos Vergara, Bogdan
Piotrowski, Daniel Samper Pizano, Jaime Arias Ramírez, Jaime Posada Díaz, Rafael
Santos Calderón Belisario Betancur y un texto de Alfonso López Michelsen;
Chávez sería como un Odiseo con el retorno y le ocurrió lo que a este héroe
épico, pocos lo reconocerían y por eso, hasta los correctores del Caro y Cuervo
cambiaron el título del escrito de Krausova por “presentación”, pues no sabían
que este bogotano estuvo diecinueve años al frente de esa Institución, que
consagró a Bogotá como la Atenas Suramericana, al continuar la magnífica obra
de Rufino José Cuervo, el Diccionario de
Construcción y Régimen de la Lengua Castellana y obtener para Colombia los
más significativos premios en la difusión y estudio del lenguaje, el Príncipe de Asturias de Comunicación y
Humanidades, entregado por el actual rey de España; el XI Premio Bartolomé de las Casas y el galardón Antonio de Nebrija.
Además de un retorno frustrado, nuestro Odiseo, al
decir de Vergara Silva, combinaba variedad de intereses “con fuerza y pasión
por un país que amaba entrañablemente y un futuro cultural que defendía frente
a filibusteros que intentaban a saco apoderarse del alma de una nación noble,
pujante y plena de valores”.
Pero lo más impresionante, es que la directora del
Instituto Caro y Cuervo, señaló en la reunión, que “La lengua”, editada en la
Imprenta Patriótica de Yerbabuena, ya no lleva en el colofón el “Laus Deo”,
porque dizque este es un Estado laico. Nada más equivocado y además, fuera de
la tradición histórica de las ediciones de Yerbabuena, ya que en 1945, los
primeros libros del Caro y Cuervo se publicaron en la Editorial Stella de los
Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle) y ellos usaban ese colofón con
los que solían terminarse los libros en Europa meridional y significa “en
alabanza de Dios”, que se legó desde hace setenta años como tradición en los libros
de la <Patriótica>. Vanagloriarse de quitar esa alabanza porque somos “laicos”
cuando en realidad nuestro Estado es aconfesional, muestra el desconocimiento
en la comprensión en la diferencia de términos por parte de quien hace cabeza
de esa Entidad y la negación de la tradición histórica, drama de las instituciones que sufren de
Alzheimer académico.
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