Cada
vez que recibimos una visita importante, pintamos la casa, lavamos las
cortinas, brillamos el piso y compramos flores, además de ofrecer lo mejor de
nuestra cocina y sacar las vajillas, cubiertos, cristalería y manteles que nos
dejaron de herencia nuestras abuelas.
Durante
la Segunda Guerra Mundial, una mujer le reclamó a la reina madre de Inglaterra
haber ido tan elegante a su barrio; Elizabeth le contestó: Si Usted viniera a
mi casa, de seguro también se esmeraría por ir elegante.
Los
detractores de la visita del Santo padre, comienzan a cuestionar recibir al
líder moral más importante del planeta, quien viene a ver a sus hijos, pues
ésta es una visita pastoral; sin embargo, cuando mi mamá va a mi casa, yo trato
de tener mi casa lo mejor presentada posible.
Medellín,
Cartagena, Villavicencio y Bogotá, si gastaran e invirtieran bien sus recursos
y mantuvieran las vías y el ornato con la destinación específica que fijan los
impuestos distritales y municipales, no requerirían gastar en acondicionamiento
de vías y reparcheo, escenarios masivos de recreación (para las misas y
encuentros con el Papa), seguridad (Bogotá tiene un policía por cada diez mil
habitantes), etc.
El
alojamiento será en la Nunciatura Apostólica, que toma por esos días el estatus
de Residencia Pontificia, por lo cual, únicamente podrá ser habitada la
legación diplomática por el Santo Padre y su séquito más íntimo, representado
en el Secretario de Estado del Vaticano, el Jefe de los viajes papales, el sacerdote
colombiano Mauricio Rueda Beltz; el jefe de la gendarmería pontificia; el
médico papal; un cocinero y el Nuncio como anfitrión de la casa, que es servida
por unas religiosas de semi clausura que habitan un monasterio en la parte
occidental del complejo diplomático del barrio La Magdalena.
Debe
aclararse, como lo han difundido erróneamente algunos detractores, que Colombia
no es un Estado laico sino aconfesional,
por cuanto reconoce al libertad religiosa en la Constitución; por tanto, pensar
que el viaje de un líder religioso debe ser asumido por el Estado, nos lleva a
recordar que en el año 2000, vigente la actual Carta, el segundo líder religioso
más importante del mundo, el Dalai Lama, jefe del pueblo tibetano en el exilio
y reencarnación de Buda, uno de los tres más grandes iluminados de la historia
junto con Jesucristo y Mahoma, en ese momento, las ganancias de la
boletería que se registran durante las visitas del Dalái a los países, siempre
se dividen en tres partes: una para una fundación que busque mejorar la
situación de iniquidad; otra parte a ayudar a la Causa Tíbet en el mundo, la tercera partida minoritaria para el centro
anfitrión, que es el que sufraga los gastos del viaje.
Los
críticos hablan de un “viaje propagandístico” y que no debe transmitirse por el
Canal institucional sino por medios de comunicación reconocidamente católicos como
Cristovisión, EWTN o Radio María, pero en el momento pleno de la implementación
del acuerdo parcial de paz, los
discursos que pueda pronunciar Francisco estarán dirigidos al posconflicto, la
corrupción y la familia y, esos temas, precisamente son sobre los que no
quieren reflexionar ni el
gobierno ni la oposición, ni las minorías sexuales, ni las personas que crean
tener la verdad ante la crisis más profunda de nuestra institucionalidad.
Cuando el
Beato Pablo VI llegó a la capital colombiana, dijo que se debían escuchar “las
voces de los que piden pan, interés, justicia y participación más alta en la
dirección de la sociedad”; la situación en nada ha cambiado medio siglo después,
como para estar preocupados por quien le pone la gasolina al Papamóvil o si la
caravana pagará los costosos peajes de la ruta Bogotá-Villavicencio, o si en
las murallas de Cartagena debe ofrecerse un cóctel con la señorita Colombia al
Papa, mientras detrás de La popa nadie tiene qué comer, o montarlo en el Metro
Cable para que aprecie el Parque El Arví y no vea la miseria de las comunas de Medellín.
El
viaje de Colombia a Francisco es organizado por la Conferencia Episcopal y las diferentes
diócesis anfitrionas (conocidas como Iglesias particulares por el derecho
Canónico), buscan patrocinios locales a través de aportes de particulares,
rifas, bazares y hasta de las típicas empanadas de parroquia. El Estado
únicamente debe proteger a los que asistan en su vida, honra, bienes y
creencias, como lo señala la Constitución Política.
Es bien sabido que en las cuatro ciudades, el
turismo sería el más beneficiado con el viaje del Papa y que para
lugares como Bogotá, tal y como ocurrió en 1968, siempre se dirá que el mejor
alcalde que tuvo la ciudad fue Pablo VI, ahora, esperemos, lo sea Francisco.
hernanolano@gmail.com
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