El
viernes 10 de marzo de 2017 se dio a conocer por parte del Nuncio Ettore Balestrero
y la jerarquía eclesiástica colombiana reunida con el Presidente Juan Manuel Santos,
las fechas del viaje de Su Santidad Francisco a Colombia del 6 al 11 de
septiembre próximos. El Nuncio destacó que
la visita del Papa tendrá como destino único nuestro país y que esto no es
habitual en los viajes pontificios y menos en uno transcontinental, esto
manifiesta la importancia que Francisco le atribuye a este periplo, que se
produce acogiendo la invitación de los obispos del país y del Gobierno
nacional.
Medellín,
Villavicencio, Cartagena y Bogotá, serán las sedes petrinas durante esos días;
algunas de ellas repiten en relación con los encuentros anteriores, porque “el
Papa es el papa, independientemente de quien lo sea”.
Ahora le corresponde a
las partes preparar esta que además es una visita de Estado, pues Francisco no
sólo es el máximo jerarca de la Iglesia católica, sino del Soberano del Estado
de la Ciudad del Vaticano.
Por parte de la
Iglesia colombiana, el Obispo Castrense, monseñor Fabio Suescún Mutis, quien
cumplirá 75 años en noviembre, será, antes de su retiro eclesiástico, el
encargado de organizar el viaje, como lo hiciera con el de Juan Pablo II en
1986.
Con ocasión del XXXIX Congreso
Eucarístico Internacional, que se llevó a cabo en Bogotá entre el 18 y el 25 de
agosto de 1968, ocasión en la que Su Santidad Pablo VI realizó su primer viaje
a América, visitando nuestra ciudad del jueves 22 al sábado 24 de agosto de ese
año. Pablo VI ejerció su pontificado de 1963 a 1978 y fue el primer Papa en
realizar viajes pastorales al extranjero; el primero de ellos a nuestro país y,
luego a Estados Unidos, Tierra Santa, Suiza, India, Filipinas, Portugal, Uganda
y Turquía .
Previo
a su llegada, el primer Papa viajero explicó precisamente que los viajes del
Papa quieren decir que los caminos del mundo están abiertos a su ministerio,
son índice de una mayor circulación de caridad y ponen en evidencia la unidad y
la catolicidad de la Iglesia. Igualmente, el sucesor de Pedro expresó que “con
el viaje a Bogotá deseamos testimoniar en forma inequívoca la fe de toda la
Iglesia en la triple virtud santificadora de la Eucaristía: memorial de la
Pasión Redentora, prodigio real de la presencia sacramental de Cristo, promesa
de su venida final”.
Y
agregó: “en América Latina la fe está despertando una gran caridad social y
esperamos una creciente justicia civil y mayor prosperidad cristiana”.
El
programa general de la visita del Vicario de Cristo, incluyó una ceremonia de
ordenación sacerdotal, visita al Presidente de la República y a los campesinos
de Mosquera, una Misa para la gran concentración de trabajadores, empresarios y
universitarios en el Campo Eucarístico, luego el encuentro con el Cuerpo
Diplomático y las autoridades extranjeras de visita en Colombia con ocasión del
Congreso eucarístico, otra Misa el sábado, la inauguración de la II Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano y la bendición de la sede del CELAM,
antes de salir para Roma.
La
histórica visita fue acogida por el Administrador Apostólico de Bogotá, Aníbal
Muñoz Duque, puesto que se no había nombrado al reemplazo del Arzobispo y
Cardenal Luis Concha. El Nuncio era José Paupini y, había un Comité de
Coordinación Iglesia-Estado, integrado por tres personas que posterior y
curiosamente serían presidentes de la república: Misael Pastrana, Virgilio
Barco y Belisario Betancur.
Cabe
recordar que, la <<primera piedra>> de nuestro Templete Eucarístico
de Bogotá, había sido previamente bendecida en Roma el 12 de abril de 1966 y
corresponde a una piedra “arrancada”, como dijo Pablo VI, de la Basílica de san
Pedro y “lleva en sí misma olor de cercanía a la tumba del primer apóstol”.
Por su parte,
en 1986, San Juan Pablo II, quien entonces tenía 66 años, había sustituido a
Pablo VI en el apodo de <<Papa viajero>>, pues en sus primeros ocho
años de pontificado ya había realizado 104 viajes, aunque poco después se le
llamara también <<el atleta de dios>>. Llegó a Colombia el 1 de
julio de 1986, en un viaje que duró siete días y le permitió visitar diez
ciudades: Bogotá, Chiquinquirá, Cali, Tumaco, Popayán, Pereira, Chinchiná,
Rionegro, Medellín, Armero, la base de Palanquero en Puerto Salgar,
Bucaramanga, Cartagena y Barranquilla. Al bajarse del avión en El Dorado, Juan Pablo II besó el suelo y dijo:
“¡Alabado sea Jesucristo!”, lo cual le permitió recorrer 2842 kilómetros de
nuestro país.
En Cartagena, ante la tumba de san Pedro
Claver, condenó la actitud complaciente con el narcotráfico y a su vez, comparó
las drogas con una nueva forma de esclavitud que impide a sus víctimas el
ejercicio de la libertad
Desde Medellín, el 5 de julio de ese año, el Papa hizo un
llamado a la paz y,
reunió en esa ciudad a un grupo de intelectuales, hombres y mujeres de ciencia
y cultura, entre los cuales estaban Rectores, miembros de los Consejos
Directivos de las Universidades y responsables de la pastoral universitaria.
Por entonces, contaba con
dieciocho años y hoy, pasado tanto tiempo y dedicado a la actividad docente por
más de dos décadas, no puedo menos que volver a las palabras de nuestro
queridísimo Papa, quien nos recalcó que la Iglesia necesita de la cultura (así
como de la ciencia), lo mismo que la cultura necesita de la Iglesia, y en esa
elección e intercambio entre fe y cultura, la Iglesia piensa primordialmente en
los jóvenes, esperando de ellos por entonces –de nosotros ahora-, una adhesión
preferencial.
Hoy, como Profesor universitario,
encuentro cada día más proverbiales las palabras del Pontífice. La universidad
es el centro ideal para la maduración de una nueva cultura, llena de fuerza
vital y de aceleración necesaria para llevar a cabo un verdadero cambio: Servir
al país en el esfuerzo común por construir una sociedad nueva, libre,
responsable, consciente del propio patrimonio cultural, justa, fraterna,
participativa, donde el hombre, integralmente considerado, sea simplemente la
medida del progreso. Bien lo expresó al decir que la Universidad, en toda su
extensión, debe ser por vocación una institución desinteresada y libre, capaz
de defender, juntamente con la Iglesia al hombre como tal; sin subterfugios,
sin ningún otro pretexto y por la única razón de que el hombre tiene una
dignidad única y merece ser estimado por sí mismo.
El mensaje de Juan Pablo
II se expresaba cuando Colombia sólo disponía de 50 universidades; hoy, tan
sólo Facultades de Derecho son más de 150, sin contar las Universidades que no
poseen esa Escuela, así como los Institutos Técnicos y Tecnológicos de
educación formal y no formal surgidos a partir de la ley 30 de 1992.
El
Papa propuso a los colombianos que el camino hacia la espléndida meta del
progreso, ha de superar múltiples dificultades: muchas de ellas las hemos
conocido, sin embargo, siempre precisamos de la Fe, acompañados de la Iglesia y
trabajando desde nuestra labor docente ordinaria para el servicio del hombre y
como activos partícipes en la creación y defensa de una auténtica cultura de la
verdad, del bien y de la belleza, de la libertad y del progreso, que pueda
contribuir al diálogo entre ciencia y fe, cultura cristiana, cultura local y
civilización universal.
Nada
nos hace dudar del mensaje antiguo, actual y futurista del Beato y futuro Santo
Juan Pablo II, en torno a la Universidad y a la Cultura, exigiendo de los
hombres y mujeres de cultura y ciencia, -profesores universitarios-, una clara
y sólida conciencia moral, que nos habrá de servir como medio legítimo a esta
noble finalidad: enseñanza, investigación, actitud de escucha y de
colaboración, disponibilidad para cambiar y comenzar de nuevo pacientemente.
El
servicio a la profundización de la identidad cultural, como noble cometido de
defensa y promoción del hombre integral, como proceso en el cual se recrea en
el momento presente un patrimonio pasado y se proyecta hacia el futuro, para
que sea asimilado por las nuevas generaciones, asegurando en ellos su identidad
y progreso, es nuestra misión como educadores, nuestra primera y esencial
tarea, encomendada por Juan Pablo II, para perpetua memoria.
El pasado 25 de diciembre de 2015, el
Papa Francisco en la bendición para la Ciudad y el Mundo, Urbi et Orbi, pidió
que la alegría de esa fecha iluminase a los colombianos para obtener la anhelada
paz. Luego, en el discurso a los diplomáticos acreditados ante la Santa Sede
volvió a reiterar esa inquietud, que finalmente, le permitirá expresarla en
vivo y en directo a las personas que tengan la oportunidad de verlo
personalmente o por distintos medios en la visita que se ha programado;
ahora, el sucesor 274 de san Pedro, Francisco, estará, poco o mucho, comparado
con las dos visitas pontificias anteriores, pero, cada vez más cerca con su
presencia mediática en las redes sociales, su prestigio como líder mundial y su
paternal figura que ha transformado el corazón de todos.
hernanolano@gmail.com
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