Como lo decía San Francisco de Asís, los animales son
“hermanos menores” y debemos mostrarles respeto y, el papa Francisco, que ha
escogido su nombre por ese santo y que ha escrito la encíclica sobre el cuidado
de la casa común, no puede quedarse atrás. Pues según sus palabras: “Las Sagradas Escrituras enseñan que este
maravilloso plan incluye todo lo que nos rodea y que fue
ideado por el pensamiento y el corazón de Dios”.
Diversos medios de prensa en el mundo han
publicado desde 2014, que el Papa Francisco, cambiando la doctrina, habría
afirmado que los animales van al Cielo al igual que los seres humanos. El diario Corriere
della Sera inició con una nota publicada el 27 de noviembre de ese año sobre la audiencia general del Santo Padre
titulada “El Papa y los animales ‘El Paraíso está abierto a todas las
criaturas’. El periodista Vecchi Gian Guido utilizó una palabra que el Pontífice nunca usó: animales.
El mismo día, en The Guardian de Londres y el 11 de diciembre en The New York Times, así como en El Universal de México, Caracol Radio y
Terra Argentina, señalaron que el Papa Francisco había dicho que los animales
van al cielo.
Lo que sí dijo el Papa Francisco en la catequesis del 26 de noviembre, al explicar qué es el Cielo, fue resaltar que antes que un “lugar” es un
“estado” en el que las personas podrán contemplar a Dios.
Y sobre el tema en cuestión dijo: “La
Sagrada Escritura nos enseña que el cumplimiento de este diseño maravilloso no
puede no interesar también todo aquello que nos rodea, y que ha salido del pensamiento
y del corazón de Dios”.
Esto no quiere decir que el resto de la
creación no tiene lugar en el esquema de la redención, pero decir que los ‘animales van al
cielo’ en el sentido de disfrutar la salvación como los seres humanos, pues no
tiene sentido.
Francisco también se quejó de aquella gente que siente demasiado afecto
por las mascotas pero muestra indiferencia y desprecio generalizado hacia sus
semejantes. Fue durante una audiencia
general en la Plaza de San Pedro ante miles de personas. “Debemos estar atentos
y no confundir piedad con conmiseración, que es una emoción superficial.
¿Cuántas veces vemos personas que cuidan de perros y gatos pero después no
ayudan a sus vecinos que pasan hambre? No podemos profesar la compasión por los animales si nos es indiferente
el sufrimiento del prójimo”.
Sin embargo, en una audiencia general de
los miércoles en la Plaza de San Pedro, un niño se acercó llorando al Santo
Padre y éste le consoló al decirle: “Un día volveremos a ver a nuestros
animales en la eternidad de Cristo”.
El 10 de enero de 1990, San Juan Pablo II
señaló que “también los animales tienen un aliento o soplo vital, y que lo
recibieron de Dios”. Juan Pablo II no habla del destino final de los animales,
sino que explica que Dios los creó y que su existencia depende de Él. El santo
polaco tenía en el Vaticano dos palomas blancas, así como el beato Pablo VI
tenía allí dos canarios.
Por su parte, el cardenal Joseph Ratzinger, antes
de ser elegido como Benedicto XVI, tenía en su apartamento de Piazza de Cittá
Leonina dos gatos, que según algunos, se llevó a vivir al Vaticano, aunque
nunca se le vio con sus mascotas. En agosto del año 2088, teniendo en cuenta
que el pontífice alemán había revivido el uso del camauro y la muceta,
rematados en piel de armiño, la asociación Italiana para la Defensa de los
Animales y el Medio Ambiente le envió una carta recomendándole utilizar en las
vestimentas papales pieles sintéticas.
Otra referencia del papa emérito y los animales,
fue la que creó controversia cuando en 2012 publicó uno de los tomos de su
magnífica obra “Jesús de Nazareth”, dedicada a la infancia de Jesús, en la cual
señala que “Jesús nació en Belén en una época determinada con precisión y su
nacimiento virginal “no es un mito, sino una verdad” y, señaló además que en el
Evangelio no se habla ni del burro, ni del buey en el pesebre y, por tratarse
ese lugar de un sitio donde comen los animales, “la iconografía cristiana captó
muy pronto ese motivo y colmó esa laguna”.
El Catecismo de la Iglesia Católica sí se ocupa de
los animales como criaturas de Dios, que los rodea de su solicitud
providencial, exigiendo en los numerales 2415 al 2418, respeto de la integridad de la creación: “Los
animales, como las plantas y los seres inanimados, están naturalmente destinados
al bien común de la humanidad pasada, presente y futura. El uso de los recursos
minerales, vegetales y animales del universo no puede ser separado del respeto
a las exigencias morales. El dominio concedido por el Creador al hombre sobre
los seres inanimados y los seres vivos no es absoluto; está regulado por el
cuidado de la calidad de la vida del prójimo incluyendo la de las
generaciones venideras; exige un respeto religioso de la integridad de la creación”.
Se suman a esos preceptos: Es
contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y
sacrificar sin necesidad sus vidas” y, Es también indigno invertir en ellos
sumas que deberían remediar más bien la miseria de los hombres. Se puede amar a
los animales; pero no se puede desviar hacia ellos el afecto debido únicamente
a los seres humanos”.
Pero
también el Catecismo nos indica el uso que sobre los animales es legítimo: “Es legítimo servirse de los animales para
el alimento y la confección de vestidos. Se los puede domesticar para que
ayuden al hombre en sus trabajos y en sus ocios”
El
caso es que, la cercanía del papa con los animales, es la del buen pastor, que
cuida y guía a sus ovejas y busca que éstas permanezcan en el redil.
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