viernes, 26 de octubre de 2012

En defensa de la vida


Si bien es cierto la vida es un aspecto que tratan muy a fondo las religiones, no sólo la católica, esto bajo ningún aspecto quiere significar que sea un tema de exclusividad religiosa.

Tal como lo anota el estadounidense Ronald Dworkin, a los ateos también les afectan los posibles problemas que derivan de tan debatido tema, cual es la vida, y  si los afecta, es,  precisamente por el valor intrínseco que tiene la vida, valor derivado de la naturaleza humana la cual no es diferente para los hombres religiosos y para los ateos, sino que por el contrario designa lo que es común a todos los hombres: la vida como valor que es sagrado y por lo tanto inviolable

 La vida no pertenece a un ámbito privilegiado, pertenece tanto a la biología como a la sociología, tanto al religioso como al jurídico, y esto,  porque al ser la vida el ser del viviente ya al hablar de vida humana necesariamente nos estamos refiriendo a derechos, pues es imposible hablar de persona sin derechos y de derechos sin persona. Además, es la naturaleza humana la que fundamenta la igualdad, derecho amparado con celo en el artículo 13 de la Carta Política; igualdad que se predica de todo ser humano y que es fundamento y fin esencial de toda la Constitución.

La vida como es sabido por todos, es un bien debido a una persona determinada, desde su inicio, esto es, desde el momento de la concepción (La Corte Constitucional en sentencia C- 133 de 1994, reconoció que la vida comienza desde el momento de la concepción al citar al reconocido genetista Jéröme Lejeune), hasta la muerte, en virtud de un titulo jurídico el cual es la naturaleza humana y por esta misma razón es por la que también pertenece al ámbito del derecho, pues si tiene un titulo jurídico natural estamos hablando de un bien jurídicamente tutelado, reconocido por la ley positiva; mas precisamente artículo 11 de la Constitución Política.

Siguiendo con el aporte de Dworkin, la vida es intrínsecamente importante, no por ser algo instrumental, por depender su valor de la utilidad, de su capacidad de ayuda a las personas etc.,  sino por algo mucho más trascendental y realista, por ser un valor independiente de lo que las personas quieren, disfrutan o necesitan. Por tener un valor inherente cosa que no predican únicamente las personas religiosas, pues por ser una verdad establecida en virtud de la naturaleza humana es común a todos y por lo tanto debe ser respetada, igualmente, por todos.

¿Transición institucional?

Hace un par de semanas, el Consejo Superior del Gimnasio Femenino reconoció que se tomó una decisión apresurada cuando respondió la carta de renuncia de la Directora Trudy Martínez de Ruíz, a propósito de un proceso de “Transición Institucional” que debía darse en el Colegio por recomendación de una consultoría externa, que no tuvo en cuenta la tradición casi centenaria de permanencia de las directoras en el cargo.

Con una nutrida asistencia de los Padres de Familia, el Consejo tuvo que retractarse de la decisión, acogiendo y haciendo suyos los planteamientos de la comunidad, para que Trudy  continuara acompañando  a las niñas, a los profesores y profesoras y a las egresadas, desarrollando la excelente labor cumplida durante sus veinte años como directora del Gimnasio Femenino, en los cuales, como tuve ocasión de expresarlo hace en el mes de mayo, en la columna titulada “Trudy y el Femenino”, se han introducido en el Femenino esquemas de aprendizaje modernos para mantener vigente el colegio, como el Bachillerato internacional, enfrentando los desafíos que impone a las mujeres el mundo moderno. Un árbol que simboliza la historia y raíces del Colegio que le entregaron a la Directora las niñas de la promoción 2013 selló este resurgir.

Reitero, como miembro del Consejo de Padres, que el “Femenino”, es un Colegio cargado de historia, de valores y de principios, constructores de virtudes que han hecho de sus egresadas y hace de sus alumnas, mujeres comprometidas con el liderazgo y el futuro de Colombia.

COLOFÓN. A propósito de la defensa del Derecho a la Vida, que por estos días es tan vulnerado y cuya absurda propuesta de reglamentación hace tránsito como Proyecto 016 en el Congreso de la República, quiero recordar una declaración que como académico, me hace estar en plena sintonía con lo que afirmó hace año el Santo Padre, Beato Juan Pablo II:  "Así pues, no tiene razón de ser esa mentalidad abandonista que lleva a considerar que las leyes contrarias al derecho a la vida -las leyes que legalizan el aborto, la eutanasia, la esterilización y la planificación de los nacimientos con métodos contrarios a la vida y a la dignidad del matrimonio- son inevitables y ya casi una necesidad social. Por el contrario, constituyen un germen de corrupción de la sociedad y de sus fundamentos".

Igualmente, como lo expresó la semana anterior el doctor Juan José García Posada: “Un Periodismo que se ponga al lado de la corriente abortista, claudica en sus valores éticos fundamentales. Es la negación de la vocación de defensa de los que no tienen voz.”

Bicentenario Cartagenero

Hace doscientos años fue expedida la Constitución de Cartagena, con características similares a las de otros documentos estudiados, con los cuales se puede ahondar en la historia del derecho constitucional colombiano, como son el Acta de Independencia de la Provincia del Socorro, la Constitución de Cundinamarca, el Acta de Independencia de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, la Constitución de Tunja y la Constitución de Antioquia, documentos tributarios del movimiento revolucionario que se había extendido desde Francia por las colonias norteamericanas y luego a la América española.

Ésta Constitución, como tantas otras Cartas provinciales, hace alusión a las ideas libertarias que iluminaban ese momento de la historia, las cuales también están combinadas con los aires de Ilustración que soplaron con fuerza en el Nuevo Mundo y que poco a poco se consolidarían frente al desmoronamiento del Imperio español en las provincias de Ultramar, por cuenta de la misma España, pues Manuel de GODOY, cedió en 1795, al firmar la Paz de Basilea, la mitad de la isla de Santo Domingo a los franceses, obteniendo Haití su independencia en 1804, lo cual se consideró como un apoyo para los revolucionarios.

Recordemos que el cubano Alejo CARPENTIER inmortalizó ese episodio y, particularmente a Henri CHRISTOPHE, el Napoleón Negro, quien habiendo sido elegido Presidente Vitalicio de Haití en 1807, cuatro años después el antiguo esclavo y criado de la posada de Cap-Francais, hoy en día Cap-Haïtien, convirtió su país en reino y asumió el trono de ébano con el título de rey de Haití y de sus islas adyacentes, y el nombre de Enrique I°, dictando la Constitución Real de Haití; expidió un Código con 2424 artículos, copia del Código Napoleónico, en el cual incluyó las hora de trabajo, prohibió la mendicidad y la prostitución y alentó a todos a casarse.

Cartagena no fue ajena a estos movimientos, inspirados en el mulato Pedro ROMERO, junto con Juan José SOLANO, José PADILLA y los Lanceros de Getsemaní, forjadores “del ADN constitucional de nuestro Estado”. La Constitución de Cartagena bautizada como “Juana Pacha”, ya que se promulgó un 14 de junio, que según el santoral católico es el día de Juan Francisco Régis, fue firmada por 34 delegatarios de las cinco provincias que integraban el Estado, Cartagena, Mompox, San Benito Abad, Tolú y Simití, los cuales hacían parte de la Convención Nacional, la Constitución de Cartagena de 1812 es un ejemplo de dignidad y voluntad libertaria, empezado por dejar claro que el de Cartagena era un “Estado libre, soberano e independiente, absuelto de toda sumisión, vasallaje, obediencia”.