El doctor Gómez nació en 1927; es abogado,
economista y periodista, destacándose como ensayista, diplomático y
parlamentario. Obtuvo su título de bachiller en el Colegio San Bartolomé cuando
contaba con quince años en 1942 y se graduó como abogado en la Pontificia Universidad
Javeriana en 1948, año a partir del cual y hasta 1953 ejerció el periodismo en
El Siglo y en el Diario Gráfico, para continuar en la industria como gerente
general de la Editorial Italgraf Ltda., desde su fundación en 1962.
Como Embajador en Francia, Miembro del Comité
Ideológico del Partido Conservador e integrante del Movimiento de Salvación
Nacional, se destacó como uno de los más importantes parlamentarios del país.
En su libro “Respuesta”, editado en 1971,
encontramos una síntesis de sus inquietudes económicas, políticas y sociales,
entre las cuales, me ha llamado la atención la titulada “Incongruencia del
Estado y la desmoralización de la clase dirigente”, la cual parece haber sido
escrita hoy mismo y que dice así:
“(…) tenemos también la incongruencia de un Estado
que interviene para no hacer, vigila para pecular, atropella sin propósito,
utiliza la ley a favor de sus violadores, exprime la savia de la economía para
derramarla, sin cumplir con ninguno de los propósitos que se fija; la desmoralización
y debilitamiento de la clase dirigente es a la vez causa y consecuencia de la
incongruencia del sistema y del aumento de poder del enemigo interno y externo
que se aprovecha de la orfandad moral, de la derrelicción. (…) De la concordia,
y de la capacidad de no caer en la orfandad moral ni en la derrelictio política
depende nuestra supervivencia.”
En otra intervención, expresó que “la democracia
necesita de políticos y no de demagogos. Los políticos creen y aspiran a hacer
creer; los demagogos sólo buscan la corriente del momento para navegar en ella,
sin importarles el destino de los que le sirven de vehículo”.
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