El 15 de
octubre de 1914, con la alevosía de Leovigildo Galarza y Jesús Carvajal, cuando
se dirigía al Capitolio Nacional, fue asesinado el líder del liberalismo Rafael
Uribe Uribe, Miembro de Número y Presidente de la Academia Colombiana
de Jurisprudencia en 1911; Procurador General del Estado Soberano de Antioquia
y eminente hombre de Estado, cuyas virtudes como Presidente de la República
quedaron pendientes de verse.
Inquieto y ambicioso guerrero; combatió en
tres guerras civiles, y en los intervalos de paz publicó periódicos, sembró
café y animó a otros en el cultivo del banano. Dictó conferencias sobre el
socialismo, figuró en el Congreso, viajó como diplomático y hasta escribió
cuentos para niños.
En
1914, el doctor J.D. Monsalve, dijo de él: “Orador
de alto renombre, el doctor Uribe Uribe ilustró con su verbo magnífico nuestros
Parlamentos; filólogo y lingüista, mereció un puesto distinguido en la Academia
Colombiana de la Lengua; abogado probo, inteligente y de gran ilustración en
las Ciencias políticas y del Derecho, fue también miembro de número
sobresaliente de nuestra Academia Colombiana de Jurisprudencia, así como por su
cultura relacionada con los acontecimientos de Colombia y de todo el mundo, lo
hizo merecedor a que se le hiciera miembro honorario de la Academia Nacional de
Historia. En agricultura y minería, en matemáticas e idiomas, en ciencias
naturales, en Derecho internacional, en la política y en la guerra, en el
periodismo y en las industrias, en todo esto fue rico en conocimientos, y en
todo ello hizo prácticas aplicaciones. Era revolucionario más por temperamento
que por cálculo; su genio inquieto, atrevido y emprendedor lo llevó muchas
veces a los campos de batalla, y si la aleatoria suerte de las armas no le fue
propicia sino de vez en cuando, siempre conservó en todo su esplendor y brillo
el honor militar, que en él se amalgamaba con el honor de caballero. Bien sabía
él que si no existe el deber de triunfar, la obligación de luchar sí está
impuesta por la que se ha llamado gloriosa carrera. Ni hubo para él inclemencia
climatérica que le detuviera, ni fatiga que esquivara, ni obstáculo que no
tratara de vencer; fuéronle desconocidos los placeres vulgares, y las pocas
horas de sueño que disfrutó no fueron el descanso sibarita de Petronio en lecho
de flores, sino la tregua imprescindible que la naturaleza reclama para continuar
en incesante labor”.
Uribe
interpretó como un error político de los gobiernos de la Regeneración,
integrado por conservadores y liberales independientes, la exclusión de los
conservadores históricos y de los liberales radicales de los negocios públicos
del Estado y criticó abiertamente haber creado una división política entre los
colombianos, que mantenía en permanente conflicto a los dos partidos
tradicionales existentes y sus facciones.
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