El
presidente Juan Manuel Santos, en su discurso de instalación del nuevo Congreso
de la República, circunscribió la tan anhelada reforma a la administración de
justicia a la expedición de códigos, que sin una articulación adecuada no serán
sino ruedas sueltas para ser aplicadas por jueces creados para el efecto de su
aplicación, sin que se haya dado un proceso adecuado de formación de los
operadores jurídicos, debido al corto plazo que por las circunstancias se da
para que cada nueva especialidad judicial entre a ejercer funciones.
La
Comisión Interamericana, en el Informe 044 de julio de 2008, definió el “Choque
de Trenes” como un efecto: “el de
generar y perpetuar una situación de indefinición de los derechos ya sea
reconocidos o negados por los tribunales de instancia superior: la Corte
Suprema de Justicia, el Consejo de Estado y la Corte Constitucional. El
conflicto entre estas instancias judiciales superiores deja a los usuarios del
sistema judicial en la incertidumbre sobre el curso de acción a seguir en los
casos en los que las sentencias judiciales violan derechos protegidos por la
Convención Americana”.
El
Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en el 87° período de
sesiones, había emitido concepto sobre el “choque” al tenor del párrafo 4° del
artículo 5° del Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, la Comunicación 1298/2004, con fecha 10 de agosto de 2006,
dentro del proceso adelantado por Manuel Francisco Becerra contra Colombia.
He ahí el peligro: El activismo judicial,
cuando no hay formación adecuada, lleva a un continuo choque de trenes, que
no es más que la creación de jurisprudencias absurdas, fruto de una “guerra de
poder y vanidades”, una “consolidación de la tiranía judicial”, un “choque de
prevaricatos”, que no lleva más que al “cotidiano
y permanente escenario
ferroviario”. El gobierno, al estilo
Pilatos, cada vez más dice que tienen que ser los jueces los llamados a
asumir roles que en principio no les estaban asignados, para tratar de remediar
los efectos de las inexistentes o deficitarias políticas públicas
gubernamentales.
Ya en 1530, el antecesor del maquiavelismo,
Francesco Guicciardini nos lo había advertido: “La Jurisprudencia se encuentra
hoy en tal estado que, en la resolución de la causa, entre una razón jurídica
evidente y la autoridad de un doctor que haya escrito algo se sigue antes ésta
que aquélla. De ahí que quienes ejercen se vean forzados a leer a todo el que
escribe y pierdan el tiempo necesario
para razonar en la lectura –llevada a cabo con fatiga de espíritu y del cuerpo-
de libros, semejándose así más a mozos de carga que a hombres de ciencia ”.
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