lunes, 10 de junio de 2019

Don Juan Carlos de Borbón.

Don Juan Carlos de Borbón.

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Al cumplirse el primer lustro de la ascensión al trono de España de don Felipe VI, su padre, quien había abdicado en junio de 2014, decidió apartarse de la vida pública a partir de la fecha.

Espero no generar una nota de protesta del Embajador de España, puesto que don Juan Carlos prestó grandes servicios a su país en la Transición y en el golpe de Estado del 23-F, que para algunos, fue la forma de atornillarse a la jefatura del Estado español más férreamente y sacarse el fantasma del Caudillo Francisco Franco Bahamonde, quien lo había tenido controlado desde 1947, cuando decidió solicitarle a varias ramas de la familia Borbón, que le enviaran príncipes para formarlos en España bajo estricta vigilancia y un plan de estudios para la escogencia de alguno de los tres primos, entre don Juan Carlos, don Javier y don Alfonso, quien quiso adelantarse con una estrategia político-amorosa, casándose con la nieta preferida del dictador, Carmen Martínez Bordiú, -bien conocida en los círculos sociales bogotanos-, sería por algunos años, hasta la nulidad de su matrimonio, Su Alteza Real la princesa de Borbón.

Cuando de doce años don Juan Carlos y su hermano llegaron desde Estoril, Portugal a la estación de tren de Atocha, en Madrid en 1947, mi amigo José Albendea Pabón y su hermana, luego monja, que eran tan solo unos niños, se dieron a gritar: “¡Viva el Rey!”, por lo cual fueron apresados por el régimen, que luego, ese mismo año comenzó a expedir títulos nobiliarios con Cédula Real firmada por el pequeño –de estatura- dictador.

Don Juan Carlos de Borbón siguió su carrera académica y militar, hasta ser escogido como sucesor de Franco, con el título de “Príncipe de España”, el cual nadie más ha tenido en la edad contemporánea y, a la muerte del Generalísimo, asumió como Rey la Jefatura del Estado español. Recuerdo que siendo muy niño vi por televisión a don Juan Carlos y doña Sofía, invitados por Alfonso López Michelsen. Los príncipes estuvieron en Cartagena inaugurando la restauración del Palacio de la Inquisición y, unos meses después, esa pareja, sería la más admirada del retorno a las libertades y a la democracia en España, que había además castigado la disidencia con el exilio.
El ahora rey emérito logró, junto con el magnífico Duque de Suárez, la reconciliación entre las dos Españas, la nacionalista y la republicana, que se habían enfrentado en una guerra civil y cuyos contendientes, cuando subió al trono, aún estaban vivos. Por eso a don Juan Carlos se le puede llamar “el gigante de la concordia”, título que conservó hasta un año antes de su abdicación, cuando erróneamente se fue de cacería de elefantes en Botsuana y apareció con una mujer diferente a su esposa.

El Borbón, durante casi cuarenta años, se vio obligado a ganarse la simpatía de un país que había sido educado contra los Borbones y de una Latinoamérica que recordaba vivamente a su chozno Fernando VII como el absolutista que se autoproclamaba como la persona que tenía más huevos en España, no sólo por su déspota fortaleza, sino porque tenía tres testículos.
¿Cometió errores don Juan Carlos? Seguramente por ser un “gocetas” y admirador más del deporte que de la política. ¿Tuvo aciertos? En efecto, los tuvo, pues consolidó a España como lugar de destino de los americanos; nos devolvió -hasta la crisis económica-, la esperanza de querer ir a la “Madre Patria”; practicó la cercanía, se mostró firme en las dificultades; supo arbitrar y moderar y, lo mejor, en la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile de 2007, fue capaz de decirle a Hugo Chávez: “¿Por qué no te callas?”.

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