El Santo Padre ha enviado el pasado 20
de febrero, un mensaje a los participantes en la Asamblea General de la
Pontificia Academia para la Vida, en ocasión del XX aniversario del nacimiento
de esa institución.
Dicha Academia, que tiene por objetivo
estudiar, informar y formar sobre los principales problemas de la biomedicina y
del derecho, relativos a la promoción y defensa de la vida -especialmente en la
relación directa que tienen con la moral cristiana y las directivas del
Magisterio de la Iglesia.
Francisco afirmó en el mensaje que “En
nuestra sociedad existe la tiranía de una lógica económica que excluye y a
veces mata, y de la que muchas personas hoy en día son víctimas, comenzando por
las personas mayores”.
No es la primera vez que el Pontífice ha
señalado que debido a la denominada cultura del “residuo”, a los excluidos ya
no se les “explota” sino que pasan a ser desechos, “sobras”.
Ante estas discriminaciones, Francisco
plantea la cuestión antropológica sobre el valor del hombre y las bases en que
se asienta: “La salud es sin duda un valor importante, pero no determina el
valor de la persona. La salud no es una garantía de felicidad: ésta, de hecho,
puede abundar incluso en presencia de problemas de salud... Por lo tanto,
-añade- la falta de salud y la discapacidad no son una buena razón para
excluir, o peor aún, para quitar de en medio a una persona”, nada más parecido
con un tema de reciente controversia en Colombia.
El Papa insiste en la importancia de
escuchar a los jóvenes y a los ancianos cada vez que se quiera leer en la
realidad actual los signos de los tiempos, y dijo que “una sociedad es
realmente acogedora frente a la vida cuando reconoce que ésta es valiosa,
incluso en la vejez, en la discapacidad, en la enfermedad grave e incluso cuando
se está apagando; cuando enseña que la llamada a la realización humana no
excluye el sufrimiento, sino que, enseña que la persona que está enferma y que
sufre es un regalo para toda la comunidad, una presencia que llama a la
solidaridad y la responsabilidad”. A esto Francisco lo denomina “Evangelio de
la Vida”.
Igualmente reflexionó sobre que en la
familia se puede aprender que la pérdida de la salud no es una razón para
discriminar ciertas vidas humanas; la familia enseña que el “cuidar” se
convierte en la base de la existencia humana y en una actitud moral que
promover, a través de los valores de compromiso y solidaridad.
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