Se acabó por fin el mes dedicado
improductivamente por el Estado a dar asuetos para ver el mundial de fútbol,
espectáculo de multitudes que le hace conservar el título de “deporte rey”, no
obstante los grandes triunfos y alegrías que otras disciplinas le han venido
dando a Colombia y a los que se suman el destacado papel en ciclismo, polo
acuático y en los deportes olímpicos con boxeo, tiro, atletismo, bicicrós y
levantamiento de pesas.
Los juegos olímpicos solo eran los de uno de los grandes
santuarios panhelénicos: Olimpia, Delfos, Corinto y Nemea, donde se
practicaban: En Olimpia los Juegos Olímpicos, celebrados en honor de Zeus cada
cuatro años; en Delfos, los Juegos Píticos, dedicados a Apolo y celebrados cada
cuatro año entre dos celebraciones olímpicas; en Corinto los Juegos Ítsmicos,
celebrados cada dos años en honor de Poseidón y, en Nemea, los Juegos Nemeos,
cada dos años y dedicados a Zeus.
Que los
filósofos se ocupen del deporte no es algo habitual, el español José Ortega y Gasset, publicó en 1924 un original ensayo
titulado “El Origen Deportivo del Estado”, donde se refiere a los
deportes y a los festivales como base de constitución del Estado, de la polis
griega, de la ciudad romana.
Decía Ortega: “Contentémonos con este somero esquema,
que basta a mi propósito de presentar en el origen del Estado un ejemplo de la
fecundidad creadora residente en la potencia deportiva. No ha sido el obrero,
ni el intelectual, ni el sacerdote, propiamente dicho, ni el comerciante quien
inicia el gran proceso político; ha sido la juventud, preocupada de feminidad y
resuelta al combate; ha sido el amador, el guerrero y el deportista”;
precisamente, del ensayo se desprende que es necesaria la inquietud deportiva,
ya que ésta es la fuerza que dio origen a la organización social.
Nuestra Constitución, en su artículo 52 se refiere al
tema: “El ejercicio del
deporte, sus manifestaciones recreativas, competitivas y autóctonas tienen como
función la formación integral de las personas, preservar y desarrollar una
mejor salud en el ser humano. El deporte y la recreación, forman parte de la
educación y constituyen gasto público social. Se reconoce el derecho de todas las
personas a la recreación, a
la práctica del deporte y al aprovechamiento del tiempo
libre. El Estado fomentará estas actividades e inspeccionará, vigilará y
controlará las organizaciones deportivas y recreativas cuya estructura y
propiedad deberán ser democráticas”.
Hace falta más allá de la emotividad de irse con la
familia a ver los partidos a Brasil y de ponerse la camiseta, una verdadera
política de inclusión deportiva y educativa desde las aulas sin dejar de lado
la formación humanística, a todas luces abandonada por el Estado.
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