viernes, 9 de diciembre de 2016

Bolívar y el medio ambiente


Hace casi dos siglos, el Libertador Simón Bolívar con una visión infinita del futuro contempló la situación del medio ambiente de los países por él libertados, y pensando siempre en la imperiosa necesidad de proteger y conservar los recursos esenciales para la vida humana, consagró en forma positiva las medidas tendientes a la preservación y defensa de los recursos naturales, a fin de crear una conciencia colectiva, para que todos los habitantes de las Repúblicas nacientes se preocuparan por respetar y cuidar la naturaleza, y además aprendieran a quererla.

Luchaba Bolívar desde entonces para que el hombre se reconciliara con la naturaleza, demostrando ampliamente con su acción, cuan inmensa debería ser la responsabilidad de los gobiernos, de los dirigentes y de cada ciudadano, para prevenir y evitar el deterioro del medio natural, que sin duda es la fuente primordial del bien común.

Tuvo por consiguiente, Bolívar, desde un primer momento una conciencia diáfana sobre la importancia de la naturaleza, convirtiéndose en defensor implacable de los recursos naturales que él consideraba vitales para la supervivencia del hombre. Luchó porque éstos se utilizaran en forma racional y óptima, para evitar el deterioro del medio ambiente y la consecuente escasez de elementos esenciales para un desarrollo equilibrado de los seres humanos.

El aprecio que Bolívar tuvo por el agua, elemento por él considerado como una de las bases fundamentales de la vida, lo llevó a expedir normas para que se aprovechase racionalmente el agua existente mediante represas, acequias, acueductos, fuentes y manantiales a través de una meditada política de reforestación. Recordemos simplemente para apoyar esta interpelación, el artículo segundo de su Decreto de 19 de diciembre de 1825, expedido en Chuquisaca, que decía así:

Que en todos los puntos en que el terreno prometa hacer prosperar una especie de planta mayor cualquiera, se emprenda una plantación reglada (es decir sistemática) a costa del Estado, hasta el número de un millón de árboles, prefiriendo los lugares donde haya más necesidad de ellos”.

Agregando, Que la esterilidad del suelo se opone al aumento de la población y priva entre tanto a la generación presente de muchas comodidades”.

También como lo advertía Bolívar en aquella época “Que por todas partes hay gran exceso en la extracción de maderas, tintes, quinas y demás sustancias, especialmente en los bosques pertenecientes al Estado, causándole graves perjuicios”, nos induce a reflexionar sobre la realidad colombiana, ya que en forma dramática nos estamos quedando sin agua pura, sin flora y sin fauna y con el agravante de que el Estado, pero en especial los particulares, a pesar de la legislación ambiental tan completa y avanzada, siguen transgrediendo el medio ambiente, violando el principio de solidaridad social y haciendo lo posible para no evitar que en un futuro próximo nos veamos abocados a una catástrofe ambiental sin precedentes.

Las normas conservacionistas dictadas por Bolívar estaban impregnadas de un criterio eminentemente prospectivo y ciertamente se adelantaban a su tiempo para señalar caminos a las generaciones futuras.

Hago referencia a ellas, porque fueron regulaciones orientadas a asegurar la perdurabilidad de los recursos naturales para así proporcionar una verdadera calidad de vida, buscando un equilibrio de las necesidades entre los hombres y una armonía entre la naturaleza y el hombre, planteando desde entonces un crecimiento sin destrucción, un desarrollo sin aniquilar el medio, manteniendo un ambiente sano  que permita alcanzar el pleno desarrollo y enriquecimiento de las potencialidades vitales del hombre.


Ciertamente, los decretos dictados por el Libertador en relación con la defensa de los Recursos Naturales, se constituyen en el primer antecedente jurídico ambiental de nuestro medio, que sin lugar a dudas influyó en el desarrollo de la actual legislación ambiental colombiana.

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