He
participado en una sola ocasión en una Convención Nacional Conservadora, la de
1996, en la cual, el Presidente Misael Pastrana Borrero habló de la “Nueva
Primavera del Conservatismo”. Esa primavera, está asociada a una condición
excepcional de nuestro país: el carecer
de estaciones, aunque sin embargo, para nosotros, el año nuevo es siempre la
promesa de la primavera de renovación y de comienzo de nuevas cosas. Por esa razón,
hoy, que finalmente muchos reiniciamos nuestras tareas, nos sentimos alegres y
encantados de desearnos durante todo el mes el feliz año con todo aquel a quien
aún en persona no hemos visto desde el año anterior.
Todo lo que
hay en torno a los primeros días de enero nos llena de esperanza y regocijo,
pero también de duda acerca del futuro, entre otros, de nuestra centenaria
colectividad, cuya Convención se aproxima y en la cual se definirá el papel de
nuestro Partido en los comicios.
Vale la pena recordar,
que el primer rey de Roma, Rómulo, creó los comicios curiados que no tenían
representación de los plebeyos, (había una plebe urbana y una plebe rústica),
pues las curias se formaban sólo con las tres tribus que componían el
patriciado.
Luego, el sexto rey
de Roma, Servio Tulio, realizó el primer censo de la Urbe y reformó los
comicios, creando los comicios centuriados. Dividió la población libre en seis
clases y cada clase comprendía un número de centurias, en proporción de la
fortuna, pues la suma de los tributos debía ser igual en todas ellas. Cada
centuria comprendía cien hombres y era un total de 192 centurias distribuidas
en 18 centurias de caballeros o propietarios de un caballo, 80 centurias de
infantes ricos y 94 centurias de las otras cuatro clases.
Esa
participación de la comunidad en las decisiones que los afectan, debería llegar
también a los estatutos del Partido. Ser delegado implica haber ocupado un
cargo de elección popular o un ministerio, así que nosotros, los que tenemos la
cédula partidista en nuestra familia desde la época de Caro y Ospina; los que
somos sobrevivientes de la Guerra de los Mil Días, cuando uno de mis
tatarabuelos y dos de mis bisabuelos estuvieron en Palonegro y aparecen en el
“Gran Cuadro”; los que vivimos la época de la “oposición reflexiva” durante el
gobierno Barco; los de la disciplina azul, no podemos ser convencionistas.
Esperamos
que esta primavera conservadora sea un renacimiento y no la ruta hacia un otoño
de hojas muertas y un invierno sin ilusiones.
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