viernes, 6 de junio de 2014

Celibato sacerdotal

Al término de su viaje a Tierra santa, en el vuelo que lo conducía de Tel Aviv a Roma, el Papa Francisco conversó durante más de 40 minutos con los periodistas que lo acompañaban en el avión, respondiendo a sus preguntas sobre diversas cuestiones relativas no solamente a su peregrinación, sino también a los casos de abusos de menores, el tema de los divorciados que se han vuelto a casar, sus próximos viajes y el celibato sacerdotal.
Celibato es la renuncia al matrimonio, implícita o explícita, que hacen los que reciben el Sacramento de las Órdenes en cualquiera de los grados más altos para la más perfecta observancia de la castidad.
Un periodista le preguntó a Francisco “si cree que la Iglesia católica puede aprender algo de la Iglesia ortodoxa como por ejemplo en el caso de los curas casados, un asunto que se ha puesto de actualidad tras la carta que usted ha recibido de 26 mujeres enamoradas de sacerdotes”.
Francisco expresó que  “La Iglesia Católica tiene curas casados. Católicos griegos, católicos coptos, hay en el rito oriental. Porque no se debate sobre un dogma, sino sobre una regla de vida que yo aprecio mucho y que es un don para la Iglesia. Al no ser un dogma de fe, siempre está la puerta abierta.”
El Papa no ha hecho otra cosa que repetir lo que han dicho los papas que le precedieron y ha añadido que la discusión sobre el mismo no está encima de la mesa. En el año 1123, con el primer concilio Laterano, se reglamentó que el candidato a las órdenes debe abstenerse de mujer, y que el matrimonio de una persona ordenada era inválido, de modo que todo trato con mujer una vez recibida la ordenación pasaba a ser simple concubinato. En este espíritu reglamentarían todos los Concilios posteriores. Es claro que no inmediatamente la ley se puso en práctica en todos lados, pero poco a poco fue cobrando fuerza de costumbre en todas las iglesias de occidente.
El no estar casado y, en el uso de la Iglesia, un compromiso de no casarse. La Iglesia hace distinción entre el celibato de laicos y el celibato eclesial. En ambos casos se escoge libremente, por razones religiosas, el no casarse.
El celibato no es desprecio al matrimonio. Ambas vocaciones vienen de Dios, son profundamente estimadas por la Iglesia y son caminos de amor y servicio.
Se oye con frecuencia expresiones de este tipo: "La Iglesia impone a los sacerdotes el celibato", o bien en forma interrogativa: "¿Por qué los sacerdotes no se pueden casar?" Precisamente porque el celibato es entonces una disciplina eclesial. Que además, ha dado grandes frutos y los seguirá dando. El “consejo” de San Pablo en Corintios sigue teniendo hoy plena vigencia: “Yo os querría libres de cuidados. El célibe se cuida de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado ha de cuidarse de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer”.

Y aunque la Iglesia tiene potestad para ordenar hombres casados como presbíteros -ya lo hace con los diáconos permanentes. En las Iglesias orientales, desde hace siglos está en vigor una disciplina distinta: mientras los obispos son elegidos únicamente entre los célibes, hombres casados pueden ser ordenados diáconos y presbíteros. Esta práctica es considerada como legítima desde tiempos remotos; estos presbíteros ejercen un ministerio fructuoso en el seno de sus comunidades. Por otra parte, el celibato de los presbíteros goza de gran honor en las Iglesias orientales, y son numerosos los presbíteros que lo escogen libremente por el Reino de Dios. En Oriente como en Occidente, quien recibe el sacramento del Orden no puede contraer matrimonio.

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