Todas esas frases subrayadas, y especialmente en libros jurídicos, según Rafael Domingo, han sido “un hito en la historia de las reglas jurídicas y lo constituye el título XVII del libro L del Digesto (del 533), que el emperador Justiniano, gran imitador de lo clásico, quiso dedicar a las reglas, como broche de oro de su monumental compilación”. Esa obra se llamó De diversis regulis iuris antiqui, con aforismos que luego aparecieron en la compilación realizada en el 1265 por Alfonso X El Sabio. Otras compilaciones posteriores, fueron las Decretales de Gregorio IX en 1234; el Liber sextus de Bonifacio VIII en 1298; las 88 reglas de Dino de Muguello en 1253 y, más tarde, los libros de Brocarda, Brocardica o Generalia, que dieron origen al “método brocárdico”, destacándose la selección de escolios realizada por Accursio en el 1227; el boloñés Odofredo, el francés Pierre de Belleperche, Bartolo de Saxoferrato y Baldo Degli Ubaldi; y más tarde el juez inglés Henry de Bracton.
En el renacimiento se produjeron los Adagia del holandés Erasmo de Rotterdam; los aforismos del Novum organum del inglés Francis Bacon; el Tratactus de iustitia universali, sive de fontibus Iuris, per aphorismos del ginebrino Jacobo Godofredo; las máximas del Common Law en las Institutes of the Laws of England del inglés Edward Coke, los Commentaries on the Laws of England de William Black-stone y aquí Gómez Dávila sus Escolios.
Desde octubre pasado, descubrí la utilidad para mis clases utilizar esas frases subrayadas luego de realizar un curso sobre las TICs en ambientes virtuales de aprendizaje en la Universidad de La Sabana. Twitter, con sus 140 caracteres, me permite enviar tuits para los parciales, expresar ideas o recordar frases célebres o afirmaciones curiosas y le dio vida a mis nuevo libros “Átomos al Infinito” de editorial Hyrcania y “Brocardos Jurídicos en la obra Gomezdaviliana”, que editará la Academia Colombiana de Jurisprudencia.
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