jueves, 29 de septiembre de 2011

El general Manuel Casabianca Wersares

Una de las grandes figuras de la Regeneración fue el general Manuel Casabianca Wersares, nacido a bordo de un barco que de Venezuela navegaba hacia Nueva Orleans en los Estados Unidos de Norteamérica, a donde su padre, lejano pariente de Napoleón Bonaparte, quería llegar para contribuir a las luchas libertarias de los secesionistas del sur de esa nación durante la Guerra Civil del siglo XIX.
Según el profesor Augusto Trujillo Muñoz, “por el delicado estado de su madre, la familia es dejada en la Guajira y luego se traslada a Cúcuta, donde Manuel crece y se enrola en las tropas conservadoras del General Leonardo Canal. Es apresado y enviado a Bogotá en 1860. Cuando está en libertad conoce al patricio conservador tolimense Francisco Caicedo Jurado, quien lo lleva a trabajar en sus propiedades de Purificación.”
Precisamente, a orillas del río Magdalena, estableció Casabianca su empresa agrícola en compañía de su socio Francisco Caicedo.
El ilustre general se quedó definitivamente en el  naciente Estado del Tolima, y allí contrajo matrimonio con doña Laura Castro, oriunda de Chaparral.
Casabianca ejerció el oficio de inspector de navegación fluvial del río Magdalena en los barcos del empresario cubano Francisco J. Cisneros. Pero detrás del cargo, hacía amistad con comerciantes y viajeros, de quienes recibía información sobre los movimientos de los jefes y simpatizantes liberales, sus más enconados contradictores.
Don Manuel Casabianca quiso darle impulso a la incipiente industria minera del Tolima, esto “como medio para aliviar la postración que dejó la Guerra Civil de 1885, principalmente para que hubiera más oro con qué pagar los aprovisionamientos que necesitaba hacer del exterior en un país que todo lo importaba”, según cuenta Jaime Jaramillo Uribe en su Manual de Historia de Colombia.
Como hombre de confianza del Presidente Rafael Núñez, fue Jefe Militar y Civil del Tolima en 1879 y luego Gobernador entre 1885 y 1887, considerándose a Casabianca como actor fundamental de la república conservadora y uno de los más prominentes integrantes del partido conservador en esa región. “De hecho Roberto Sarmiento y Acisclo Molano, constituyentes del 86, fueron designados como tales, por su cercanía con el general, quien se convertía en el tolimense más notable dentro del movimiento de la Regeneración.
En 1885 comandó las fuerzas regeneradoras durante la guerra de ese año. En 1888 estimuló las siembras de arroz a escala comercial en Ambalema. Luego, en 1889 ordenó construir unas piletas en distintos lugares de Ibagué para surtir de agua de la ciudad.
Luego el Presidente José Manuel Marroquín lo nombró comandante del ejército colombiano. En 1900, a los sesenta años de edad, Casablanca fue ministro de guerra.
Bastante curiosa resulta también la siguiente afirmación sobre el general Casabianca, publicada por el profesor de la Universidad Nacional de Colombia, Mario Aguilera Peña, quien en su artículo “Canje o fusilamiento: los presos políticos en las guerras del siglo XIX”, publicado en la revista Análisis Político # 58, de 2006, páginas 35 a 68, dice:
“A la eventualidad de ser detenido bajo la sindicación de oponente o desafecto del gobierno, se le sumó la posibilidad de llegar a la cárcel por no cumplir con las contribuciones obligatorias que el gobierno decretaba cada vez que se realizaba un pronunciamiento armado. La práctica de la contribución forzosa abarcó todas las guerras civiles, pero fue ejercida de manera más sistemática en la segunda mitad del siglo. El asunto fue tan aberrante jurídicamente que llamó la atención de tratadistas del derecho internacional público, quienes consideraron que tal práctica era contraria a las leyes de la guerra y mostraba la debilidad del partido político que las imponía.
De la práctica del “empréstito” o contribución forzosa hay que tener en cuenta diversos aspectos: en primer lugar, una cobertura amplia para hacer sentir la respuesta gubernamental contra los alzados en armas pues, al asignarse la cantidad de dinero que debía ser recogida en un departamento, generalmente se especificaban los porcentajes por pueblo atendiendo a los grados de enemistad y a los criterios de las llamadas “juntas distributorias” dirigidas por el “prefecto” y cuatro ciudadanos “honorables” de cada provincia, por supuesto pertenecientes al partido de gobierno. Las víctimas de la medida se escogían rigurosamente atendiendo una jerarquización de enemistad política como la que planteaba un decreto expedido por el jefe conservador Manuel Casabianca, comandante civil y militar del departamento del Tolima durante la guerra de 1895, en donde se señalaba que el tributo debían pagarlo así: primero, los “enemigos”; segundo, los “desafectos”; y tercero, los que se han mostrado “esquivos en la defensa del gobierno” o los que han permanecido indiferentes. Para los primeros, la contribución tenía el carácter de pena, mientras que para los demás existía la posibilidad futura de ser indemnizados. En una versión distinta de la enemistad política en tiempos de la Guerra de los Mil Días, el jefe civil y militar de Boyacá consideró que si bien era preciso hacer recaer los gastos de la guerra a los que la sostienen en los campamentos y a los que la ayudaban directa o indirectamente, también era importante castigar a los “falsos amigos de las instituciones.”
Manuel Casabianca Wersares, estableció como distritos municipales a Fresno, Alpujarra y Rovira y, el antiguo y montañoso municipio de Santo Domingo, uno de los más importantes productores de café del departamento del Tolima, cambió su nombre por Casabianca en homenaje a tan ilustre general, por tanto es erróneo el nombre en italiano que el gobierno municipal le da en su página de la Internet de “Casa Bianca”, pues fueron colonos antioqueños quienes lo fundaron en 1886 y no comerciantes italianos.
El general Casabianca falleció en Bogotá en 1901. Por medio del Acuerdo # 012 del 3 de junio de ese año, el Concejo de Bogotá destinó un terreno para depositar los restos del general Manuel Casabianca y quedó autorizado Manuel María Mallarino, alcalde de la capital, para designar el lugar preciso donde debían descansar los restos de tan esclarecido caudillo conservador.

Bibliografía
AGUILERA PEÑA, Mario. Canje o fusilamiento: los presos políticos en las guerras del siglo XIX”, publicado en la revista Análisis Político # 58, de 2006, pp. 35 a 68.
JARAMILLO URIBE, Jaime. Manual de Historia de Colombia. Tomo II, 3ª ed., 1984, pp. 192 – 193.
TRUJILLO MUÑOZ, Augusto. De la escuela Republicana a la Escuela del Tolima. Homenaje al Académico Honorario Emilio Robledo Uribe. Ediciones de la Academia Colombiana de Historia. Colección Portable, Bogotá, D.C., 2007, pp. 59 – 60.
www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/normas

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