Hace diez y seis años, el 17 de mayo de 1994, fallecía en Bogotá don Nicolás Gómez Dávila. Sus frases “los toques cromáticos de una composición <pointilliste>”; son los denominados “Escolios”, palabra que viene del latín scholium y del griego scholion, “comentario”; de ahí que “el libro más subversivo en nuestro tiempo sería una recopilación de viejos proverbios” y, en el epílogo a su obra, el comentarista italiano Franco Volpi agregue que ese “comentario”, “indica una nota en los manuscritos antiguos y en los incunables, anotada por el <escolasta>, en interlínea o al margen del texto para explicar los pasajes oscuros desde el punto de vista gramatical, estilístico o a veces exegético”.
En la obra del escoliador, he podido encontrar varios énfasis: Historia, Ética, Religión, principalmente y, los tres que hacen parte de un trabajo que estoy preparando sobre el Estado, el Derecho y la Justicia. En el Estado, he identificado algunos escolios que corresponden a sus Fases Históricas y, dentro del mismo, la Democracia, el Poder, las Ideologías, la Política, la Revolución y, curiosamente con denotada y justificada inquina, el Marxismo y el comunismo. En el Derecho, estoy realizando su relación con los derechos fundamentales, derechos sociales, económicos y culturales y los consiguientes deberes. Y, en la Justicia, analizo su aplicabilidad en nuestro régimen constitucional.
En el diccionario de Moliner un escolio es “la nota que se pone en un texto para *aclararlo, *explicarlo o *comentarlo” y esa labor la hace un escoliador o escoliasta que se dedica a escoliar, a hacer elucubraciones, que según Gómez manifestó alguna vez, no sabía de dónde salían, aunque creía que de esos “señores”, es decir de los libros que lo mantenían enclaustrado en su biblioteca, de la cual salía muy pocas veces en su Renault4 con chofer de librea y corbatín, a su almacén de telas, a su hacienda “Canoas” en Soacha, al Jockey o a la Junta del Banco de Bogotá.
Se le definió como “Un ángel cautivo en el tiempo”; “un colombiano universal”; “el reaccionario auténtico”; “el Epicuro de la inteligencia”; “el más original solitario del siglo XX”; “un aforista a corpus único”; “un ilustre desconocido”; “un antimodernista”; “un pagano que cree en Cristo”; “el solitario de Bogotá”; “un pensador incansable”; el pastor de libélulas”; y “un pensador aristocrático en los andes”; para quienes aún recuerdan a este cachaco, que residió diecisiete de sus 81 años en París, “un pensador del talante universal de Gómez Dávila sólo se produce, sin importar cuál sea el sistema educativo, por intervención de la Divina Providencia.”
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