miércoles, 6 de abril de 2011

El Río de las Tumbas

En 1965, una joven huilense, Ana Milena Fierro Solano, protagonizó en el municipio de Villavieja, Huila,  el primer largometraje nacional titulado “El Río de las Tumbas”, que bajo la dirección del cineasta Julio Luzardo contó como actores de reparto a Carlos Duplat, Pepe Sánchez, Santiago García, Helí Osmar, Carlos José Reyes, Juan Harvey Caicedo, Alberto Piedrahita Pacheco y el escritor Jorge Andrade Rivera, entre otros. La producción de Héctor Echeverri Correa y la música del filme estuvo a cargo del famoso trío “Los Isleños” y de Berenice Chávez, quienes interpretaron composiciones de los maestros Lucho Bermúdez y Jorge Villamil.

Cuarenta y cinco años después, Milena de Leiva preside en la capital huilense el Club de Jardinería de esa ciudad, vive en una agradable casa a orillas de la Represa de Betania y con su don de gentes, su elegancia, su belleza sin igual (fue reina del departamental Bambuco en 1963) y su generosa hospitalidad, sigue siendo admirada y querida por todas las personas que la conocen y ven encarnado en ella el espíritu alegre de los huilenses.

Según los críticos, la película es un “Retrato de la vida de una población situada a la orilla de un gran río cuyo ardiente clima sofoca a sus habitantes todo el año. Tanto los que allí viven de manera permanente como los eventuales visitantes, se contagian de una soporífera condición que los hace indolentes frente a lo que sucede a su alrededor. Ni siquiera la aparición de cadáveres flotando en el río logra conmocionar a estos personajes: cada quien presencia este violento panorama con la indiferencia correspondiente.”

Ya Enrique Pulecio en 1999, decía que “La creación de una atmósfera opresiva, en un ambiente de inquietud y zozobra, con la violencia partidista de las años cincuenta como realidad circundante, es una forma de reconocimiento y reflexión en nuestro cine como antes no se había dado. Más que centrarse en el despliegue de un espectáculo de explícita violencia política, la película acierta en el hecho de crear un retrato colectivo de un pueblo amenazado. Así se convierte en la primera película creada con una perspectiva histórica --contra todas aquellas que le precedieron, que son ahistóricas--, puesto que conlleva una implícita crítica política sobre el fondo de uno de los fenómenos mas desgarradores de nuestra realidad.”

Ésta película “Guayakó” como se denominó el proyecto durante el rodaje, merece ser “remasterizada” para ser tenida en cuenta dentro de la historia de la violencia en Colombia y lo que ha de ser la reparación a las víctimas del conflicto.

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