El cubano Alejo Carpentier fue el encargado de inmortalizar a Su Majestad Henri Christophe, el Napoleón Negro, nacido en la isla de Grenada en 1767 y elegido presidente vitalicio de Haití en febrero de 1807, fue opositor del senador Alejandro Petión, dividiéndose Haití en dos Estados. Christophe controlará el norte (feudo tradicional de las facciones negras radicales) en tanto que Pétion lo hará en el sur donde como primer presidente recibió a Bolívar.
El 28 de marzo de 1811, Christophe asumió el título de rey de Haití y de sus islas adyacentes, con el nombre de Enrique I. “El arzobispo de Haití, Corneille Brelle, confesor católico del rey, tras entonar el Veni Creator depositó las coronas sobre las cabezas de Sus Majestades el rey Enrique I y la reina María Luisa , y los ungió soberanos con aceite de coco, mientras Napoleón, en París, se mordía las uñas ante aquel calco improvisado de su propia coronación…donde sólo el cetro de oro había sido reemplazado por un cetro de ébano.”
Dictó la Constitución Real de Haití y además expidió un Código con 2424 artículos, copia del Código Napoleónico, en el cual incluyó disposiciones como la hora de trabajo, prohibió la mendicidad y la prostitución y alentó a todos a casarse.
El Rey había contraído nupcias en 1793 con la quinceañera María Luisa Codovic, hija del dueño del hotel donde trabajaba. Tuvieron cinco hijos, aunque al momento de la instauración monárquica sólo sobrevivían tres: el príncipe real Víctor, de siete años, y las princesas Améthise y Athénaire, de trece y once, tituladas como Madame Premiére y Madame Seconde. Completaba la familia el príncipe Juan, sobrino del rey y el príncipe Noel, hermano de la reina y el duque de Môle, Armando Eugenio, hijo extramatrimonial del rey. Su cuerpo nobiliario estuvo integrado por 8 duques, 22 condes, 27 barones y 4 caballeros, a quienes correspondió con los nombres de antiguas plantaciones: duque de la Mermelada, conde de la Limonada, barón del Cacao, entre otros. Igualmente se creó la Orden Militar de San Enrique.
La monarquía haitiana, considerada por entonces la más despótica de las tiranías, llegó a su fin el 8 de octubre de 1820, cuando el rey se suicidó disparándose una bala de oro en el corazón. La reina y sus hijas (su hijo falleció muerto a bayonetazos y con dieciséis años) se exiliaron en un palacio de la calle Francesco Carrara de Pisa, Toscana, Italia. Las denominadas princesas de Ébano, fallecieron en esa ciudad y están sepultadas en el convento de los Capuchinos.
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